Fue Alberto Contador quien ascendió ayer vestido con la maglia rosa a Madonna di Campiglio, con el perenne recuerdo a Marco Pantani, en su último día de verdadera gloria ciclista. Fue él, pero si existieran las puertas del tiempo y la primera etapa de alta montaña del Giro 2015 se hubiese transformado en la de 1992, quien hubiese aparecido con el uniforme del Tinkoff Saxo no hubiera sido otro que Miguel Induráin.

El español ejerció de Miguelón y subió a la cima alpina gestionando una etapa al más puro estilo del navarro. Si hace 23 años el campeón permitió los triunfos de Lucho Herrera en el Terminillo, de Vona en Corvara, de Giovannetti en Monviso y de Chioccioli en Verbania --él siempre por detrás, ahorrando fuerzas--, ayer el madrileño dejó que la gloria de la etapa se la llevase Mikel Landa, un alavés, de 25 años que ya se sienta en la primera fila de la clase entre los herederos de una generación, la de los Contador, Valverde y Purito, que necesariamente algún día deberá abdicar. De momento, a la segunda jornada de descanso llega mandando Contador.