La historia de Fernando Gordo en el baloncesto comienza, como tantas otras, en un patio de colegio. Empezó a jugar en Escolapios, a entrenar ya con 15 años y, desde entonces, no ha dejado la pizarra, pasando por las categorías inferiores de su colegio y, al marcharse a estudiar a Barcelona, por L’Hospitalet, el IPSI y el Grup Barna. Ahí iba a comenzar como ayudante en Liga EBA hasta que una llamada le llevó al otro lado del mundo. Lluís Pino, segundo de Edu Torres, aceptó una oferta como primero en Austria y recomendó a Gordo para sustituirle. Así que desde hace un mes vive en Hong Kong su primera experiencia profesional como ayudante del ex de Andorra, León, Lleida o Girona en el Eastern Long Lions.

Hasta el año pasado trabajaba ocho horas en una agencia de comunicación y, tras la jornada laboral, se dedicaba al baloncesto. Ahora las 24 horas del día son para pensar en el deporte de la canasta. «Estoy de segundo, con las funciones normales de apoyar al técnico en los entrenamientos, de scouting de los partidos, coordinar al resto del staff porque hay dos entrenadores más un preparador físico, fisioterapeuta... yo coordino un poco todo eso y Edu Torres se dedica más a preparar los partidos y las sesiones», explica.

Los Eastern Long Lions juegan dos competiciones. «La más importante es la Liga del sudeste asiático que, para entendernos, es una especie de Euroliga con 9 equipos. Debutaron el año pasado y la ganaron. Los jugadores locales son un poco nivel EBA y luego los americanos, los comunitarios, son de nivel LEB Oro. Tenemos un par de americanos bastante potentes y estamos en búsqueda de un tercero», explica el entrenador.

Gordo se encuentra ahora en plena pretemporada. El equipo está en Filipinas en una mini gira y en una semana arrancarán la competición oficial. El club pertenece a una empresa que hace que el funcionamiento sea muy profesional. «Hacemos un entrenamiento muy largo por la mañana porque nuestro principal hándicap es que no tenemos un pabellón de entrenamiento así que casi casi entrenamos cada día en un sitio distinto. Hay unas instalaciones municipales espectaculares. Para los ciudadanos de Hong Kong son muy baratas y siempre están llenas de gente practicando deporte. Hay mucha afición».

Hong Kong es «gigantesco», una gran urbe llena de contrastes. «Es más cara que Zaragoza pero puedes encontrar todo tipo de precios en restaurantes y supermercados. Lo único prohibitivo es el alojamiento. Creo que es más caro que Manhattan. Es una ciudad con grandísimas desigualdades, gente que vive muy muy bien y otros en espacios infrahumanos», explica. Aunque los profesionales del baloncesto no tienen problemas. Los jugadores extranjeros viven en un hotel y el staff técnico en otro, pagado por el club.

Ya había estado en China pero no en su nuevo destino. «Es diferente. En China el choque cultural es realmente grande. Hong Kong en concreto es una mezcla porque hay diferencia entre la gente que lleva muchos años viviendo aquí y la que no. Se vive un clima de vivir en un país dentro de un país enorme que tiene entidad administrativa propia pero sin ser un país diferente», explica. Al otro lado hay un sistema teóricamente comunista y restricciones de internet y otras censuras. El hecho de ser una excolonia británica también pesa. «Culturalmente no es China porque la influencia de Gran Bretaña ha sido grande para que sean más occidentales. Conducen por la izquierda, siguen tomando el té, al menos en los hoteles», enumera.

Ésta es su gran aventura pero no la primera. En el 2014 emprendió un viaje por 18 países junto a su amigo y compañero en L’Hospitalet Enric Carbonell. De Sudamérica a la NBA y de Asia a los Balcanes. «Ves diferentes formas de jugar y de entrenar. En Japón vimos una academia en la que las niñas entrenaban dos horas seguidas sin interrupción porque tenían unas rutinas aprendidas y parecía una coreografía. Lo que más nos impresionó fueron las Universidades de Estados Unidos, las facilidades que tienen para trabajar, las instalaciones. Salen muchos jugadores no solo por el talento físico sino también por el trabajo», destaca Gordo, que ha viajado del patio de Escolapios a Hong Kong.