Mañana puede ser un día especial para toda la familia del Huesca. Por primera vez en sus 58 años de historia dependen de sí mismos para ascender a Primera División. Un objetivo que se ha ido cristalizando con el paso de las jornadas hasta convertirse en una realidad totalmente palpable. Casi lo rozan con sus manos. «Lo veo cerca. Es una noche en la que he dormido poco», aseveró un Joan Francesc Ferrer Rubi rebosante de ilusión. No podría ser de otra forma. El Huesca está a una victoria de lograr su primer ascenso a la máxima categoría. Un hecho de gran magnitud para el fútbol aragonés y el balompié nacional.

Los cálculos parecen simples. Solo importa ganar en Lugo. Pero el conjunto lucense ya sabe cómo pinchar una fantasía, que pregunten por Montilivi, aún recuerdan con amargura aquel gol de un Lugo que no se jugaba nada y que les impidió subir a Primera. Es por ello que Rubi no se confía de ningún tipo de contexto y buscará competir como llevan haciendo hasta ahora: «Nosotros tenemos que intentar no perder la seriedad hasta el final de temporada porque hay que respetar la competición. Pero hay que hacer un partido serio, la Liga nos está demostrando continuamente que equipos que a lo mejor no están en la pelea de nada van sacando partidos. Por tanto, nuestra obligación es ir a Lugo con todo el respeto del mundo para intentar sacar este encuentro que nos permita ascender».

Las calles de Huesca lucen como nunca. La gente vive por primera vez en sus carnes esa sensación que solo brota en la antesala a un ascenso a Primera. Un acontecimiento que nadie ha vivido con la bufanda azulgrana colgada del cuello. «Es que es muy grande lo que está haciendo el Huesca», matizó Rubi.

El técnico, comedido y ambicioso, comentó que «vamos a esperar un poco los acontecimientos, no nos vamos a precipitar a comentarlo, pero es normal toda esa avalancha que se está viviendo y que se respira en el ambiente. Yo lo encuentro normal». Es la cara bonita de esta historia. Pero para llegar hasta este punto tuvieron que sobreponerse a momentos complicados donde las dudas y los malos resultados trabaron la dinámica de los socenses, sobre todo en aquella fase donde el Huesca se atascó en su propia fantasía. «Soy de los que no miro mucho más allá porque sé cómo es mi profesión y que, igual que estamos viviendo momentos muy felices, también los he pasado muy duros. Sí que tenía mucha fe en que podíamos conseguir lo que nos comprometimos, que el equipo trabajara al máximo pero que a la vez disfrutara para hacer disfrutar», expresó el técnico catalán.

Las ganas de celebración no casan con las pretensiones del Lugo. La escuadra gallega no tiene ninguna meta por la que luchar, un matiz que no supone nada, puesto que en esta categoría todos los equipos compiten con ambición hasta el último encuentro. Así lo expresó su técnico, Francisco Rodríguez. «El Huesca quiere celebrar algo importante aquí pero nosotros estamos en nuestra casa y no tenemos por qué permitirlo. Vamos a disputar todos los balones como si fuera el último, como si nos fuera la vida en ello, y no porque no queramos que el Huesca ascienda sino porque queremos acabar bien la temporada».

Mañana, en el Anxo Carro, se puede escribir un relato dorado en la historia del fútbol aragonés. El primer ascenso de la historia del Huesca a Primera División duerme impaciente al igual que toda la hinchada azulgrana. Pendientes de un triunfo que quedaría grabado en su memoria.