El toque de Cani para asistir en el gol a Ángel. El descaro de Pombo para asumir galones en su mejor encuentro. La asociación entre ambos como faro de un equipo atrevido y punzante, capaz de elevarse por encima de un rival con más cuerpo, recursos y oficio. El Real Zaragoza sobrevoló con altivez por el encuentro, más que nunca desde que César Láinez lo pilota, pero el maldito combustible sólo le da para la mitad del viaje. Las segundas partes se le hacen eternas y al final cae en picado. Hasta este encuentro y con el nuevo técnico había logrado tomar tierra sin tren de aterrizaje sobre la pista de la victoria y el empate frente a rivales menores, pero contra el equipo de Bordalás terminó estrellándose. Su calidad física es muy limitada incluso para este categoría tan pachucha, tísica. El entrenador lo explicó: los cambios se ejecutan como ejercicios de primeros auxilios, como un boca a boca para reanimar al infartado. En esta ocasión, hubo funeral.

Pese a ese luto por la derrota, la primera en la era Láinez, este traspiés no supone tragedia alguna salvo que alguien creyera de verdad que el Real Zaragoza estaba capacitado para alcanzar el playoff de ascenso con una tacada de aciertos utópica. Se ha quedado sin sellar la permanencia, aunque es una cuestión que tarde o temprano dejará vista para sentencia, para cerrar una temporada muy mal planificada, con una plantilla confeccionada por el diablo. La Romareda arropó a su equipo de forma ejemplar. Hace tiempo que la afición ha asumido el engaño promocional del verano y del invierno, dirigiendo sus esfuerzos hacia el apoyo en lugar de la crítica porque sabe muy bien que sobre el césped juegan muchos culpables de inocencia, que los responsables de un nuevo fiasco en Segunda se sientan entre las sombras del palco.

La forma en que coreó el nombre de Ángel después de que el delantero, ya con 20 goles en su cartuchera, fallara lo que podría haber sido el empate en la última jugada, fue una demostración de cariño incondicional al esfuerzo de este comando desaliñado que tiene en sus limitaciones al peor enemigo. Ese gesto de inteligencia, que no de perdón ni de olvido, honra a un público duro y exigente hasta consigo mismo, pero de un señorío histórico y perenne. Sin duda, fue de lo más emocionante de un partido que el Getafe se llevó cuando quiso, en el momento que ajustó su puntería y superó en eficacia en las áreas al conjunto aragonés. Jorge Molina, Pacheco, Portillo, Chuli. Fuster... Y hasta Molinero. Demasiada artillería para un sistema defensivo sostenido con hilos, mas aun sin Cabrera y con Casado.

Con el 1-2 apareció Samaras por el campo. Su figura de triste caballero andante, porque correr apenas puede, escenificó con puntualidad suiza qué es el Real Zaragoza: un caminante blanco, pálido, con algún rasgo de aristocracia en las botas de Cani y de Pombo y un barril de pólvora en el corazón de Ángel. Con eso mantuvo a raya al Getafe hasta que escuchó llegar la ambulancia para llevárselo de vuelta al pulmón de acero. Necesita una buena dosis de oxígeno para conseguir tres puntos, para respirar con la salvación sin alucinaciones perversas ni molinos de viento.