Proyecto, proyecto y proyecto. Las negociaciones entre Agapito Iglesias y Manolo Jiménez continúan atascadas en el mismo punto. Las conversaciones mantenidas durante todo el día de ayer, mañana, tarde y noche, entre el presidente del Real Zaragoza y Carlos Bucero, representante del técnico sevillano, no desenredaron el entuerto. De momento no hay solución. El diálogo permanece encallado en el mismo lugar, sin caer para un lado ni para el otro: en las discrepancias entre las partes en torno a la forma de confeccionar la plantilla, en las exigencias del entrenador para la profesionalización del área deportiva del club con la creación de una comisión encargada de los fichajes, en la que estarían Antonio Prieto, Luis Carlos Cuartero y dos exzaragocistas más, y en la posición ante el mercado del propio Agapito, que prometió de palabra a Jiménez no interferir en asuntos deportivos y ahora ha dado una de sus clásicas marchas atrás.

Ni la duración del contrato, que sería de dos o tres temporadas con una cláusula de desenganche al final de cada año, ni los emolumentos del preparador, similares a los que percibía Javier Aguirre, son obstáculo alguno. El Vasco cobraba 1,2 millones de euros brutos y, si se queda, el sevillano, además de técnico, tendrá atribuciones parecidas a las de un mánager general, ya que también participaría de las contrataciones en comunión con los miembros de la citada comisión.

PALABRAS CLARAS El sevillano fue ayer tan transparente como de costumbre. "Si no cambian mucho las cosas, no renovaré", afirmó en declaraciones a Canal Sur recogidas por Europa Press. Y añadió. "No renovaré de cualquier forma porque sería traicionarme a mí mismo, que eso es mucho, y a una afición". Jiménez verbalizó de esta manera lo que piensa y el estado de la negociación, y lanzó un capote a Iglesias. "Sé que el presidente está haciendo un gran esfuerzo, pero las exigencias de crear un equipo nuevo son muchas. Tenemos ocho jugadores y necesitamos 23. Ese trabajo hay que realizarlo con tiento y personas cualificadas para ello".

El quid de la cuestión es evidente. El sevillano quiere continuar en el Real Zaragoza por muchas razones, especialmente por el enorme caudal de cariño recibido del aficionado y porque considera al club aragonés un histórico de Primera. Pero pretende hacerlo para trabajar en una institución diferente a la que ha conocido en estos cinco meses, más moderna, mejor preparada y más profesionalizada. Ese es el epicentro de las negociaciones entre Agapito y Bucero, después de que el lunes el propietario dejara en papel mojado las promesas hechas al técnico la semana pasada, en la que dejaron el acuerdo completamente apalabrado y solo pendiente de su plasmación por escrito. La cuerda aún no se ha roto, pero el pacto sigue lejano. Ese es el escenario con otro día intenso por delante. En las próximas horas, la balanza caerá de un lado, con la renovación, o para el otro, con la ruptura definitiva.

OTRAS OFERTAS El técnico de El Arahal continúa firme en sus convicciones, como se ha mostrado en todo momento desde que llegó a la capital aragonesa el día de año nuevo. Tiene al Real Zaragoza como objetivo absolutamente prioritario. Por ello ha dado orden a su agente de no entablar conversaciones oficiales con ningún otro club. Su deseo no es otro que seguir sentado en el banquillo de La Romareda en el corto y medio plazo. Ahora mismo, Manolo Jiménez cuenta también con una propuesta en firme del Galatasaray turco (1,5 millones netos), con otra de China (2 millones netos) y con una última de Qatar, muy superiores económicamente a la del Zaragoza.

Junto con la confección de la plantilla y la planificación deportiva, temas principales, Agapito y Bucero también han debatido acerca del dinero que el club podrá destinar la próxima temporada a contrataciones y fichas de la primera plantilla. Será sensiblemente inferior al de la campaña recién terminada. Uno de los deseos de Jiménez sería contar con el esqueleto del equipo desde el primer día de la pretemporada, pero la situación económica de la sociedad dificulta esa aspiración. Las negociaciones siguen tensas, pero abiertas. El tiempo transcurre y se va agotando. El final del culebrón está cerca.