La victoria era lo más importante, casi lo único, por encima de consideraciones estéticas e incluso tácticas, por lo que el triunfo del Tecnyconta Zaragoza sobre el Movistar Estudiantes (102-97) es oro puro, una liberación, un punto de partida para volver a encontrar las sensaciones perdidas. El Tecnyconta debía romper con las cadenas que le ataban a una roca cada vez más pesada con la que se hundía irremediablemente y eso solo se hace ganando. Fue, a su modo, hasta una victoria bella por lo que tuvo de emocionante, de peleada, de sufrida. Dos prórrogas, 50 minutos, jugadores vaciándose en la pista, alternativas al final en el marcador, pitos a los árbitros y alborozo general en la grada.

El partido se pareció en algunas cosas a los anteriores pero difirió en otras fundamentales. Con sus errores, con sus momentos bajos, el equpo mantuvo una actitud adecuada durante los 50 minutos, se empleó con notable espíritu en defensa, dominó el rebote en muchas fases y, lo más importante, no colapsó cuando el encuentro se puso cuesta arriba, cuando perdió toda la ventaja acumulada y se vio por debajo en el marcador en el momento crítico, cuando el reloj se acercaba a cero. Supo controlar mejor los nervios que otros días recortando incluso la desventaja que acumuló en la primera prórroga y no le tembló la mano más de la cuenta en los momentos decisivos.

Fue también una victoria coral en la que casi todos aportaron. Excepto un Urtasun al que todavía se le vio algo perdido y un Triguero obligado a jugar más de la cuenta, el resto puso su granito de arena, más o menos grande, para el triunfo final. Jota Cuspinera cambió su quinteto inicial y le dio le mando a Bo McCalebb, intenso y explosivo. La salida del equipo fue fulgurante y no tardó en marcharse en el marcador ante un Estudiantes dormido al que le costó ocho minutos anotar su primera canasta de juego. Después recortó el equipo de Salva Maldonado, el Tecnyconta volvió a salir disparado tras el descanso para aumentar su renta de nuevo y la perdió otra vez camino del final. Más o menos la historia de siempre, esta vez con dos prórrogas y el triunfo de un Tecnyconta más entero.

Todos aportaron, McCalebb rompiendo hacia dentro, Michalak con dos buenos triples al principio, Varnado dominando la pintura, Bellas estuvo mal en el segundo cuarto pero sostuvo al equipo al final, Blums más tranquilo que otras jornadas. Hasta Gary Neal estuvo animando y sufriendo fuera del banquillo. Pero hubo dos pilares fundamentales sobre los que el Tecnyconta edificó su victoria. Nikola Dragovic, poderoso durante toda la mañana, absolutamente entregado al dominio de los aros, se metió 45 minutos entre pecho y espalda para ser el mejor del equipo. Y Jonathan Barreiro, que parecía no tener sitio en verano y ayer confirmó que está aquí para quedarse. Su trabajo con Landesberg fue descomunal durante la mayoría de los minutos y en ataque fue valiente encarando el aro de lejos y de cerca. Anotó tres triples en los momentos más calientes.

El último, fundamental para el 98-95 en la segunda prórroga y para delirio de una grada que volvió a estar con su equipo porque vio compromiso, esfuerzo y lucha y que celebró por todo lo alto el triunfo, igual que los jugadores. El Tecnyconta necesitaba ganar como agua de mayo para volver a poner un triunfo de ventaja sobre el descenso. Con este pequeño respiro el conjunto aragonés tiene ahora la oportunidad de seguir creciendo y mejorando. Porque el trabajo todavía no está hecho, ni mucho menos.