Ganó el Real Zaragoza y, por supuesto, Lluís Carreras fue una parte de ese triunfo, en su caso más amargo, porque hacía tiempo que La Romareda no realizaba una reprobación tan enorme a un cambio de un entrenador como el que se escuchó ayer cuando decidió, en el minuto 83, sentar a Lanzarote, ovacionado al salir, y dar entrada a Rubén para pasar a jugar con tres centrales junto a Guitián y Rubén ante un Oviedo que estaba con tres delanteros, ya que Generelo había añadido a Linares y a Cervero para acompañar a Koné.

En una simple cuestión numérica --atacan con tres puntas y tengo que defender con el mismo número de centrales, pudo pensar Carreras-- y en el poder aéreo de Cervero pueden estar los motivos del técnico. No los explicó en sala de prensa cuando se le preguntó, pero la bronca de La Romareda fue de órdago, con mucha gente que estaba junto al palco volviéndose a la cabina donde el técnico seguía el partido al estar sancionado.

Nadie entendió esa maniobra, porque, además, no surtió efecto. El Zaragoza se echó todavía más atrás, lo que era esperable, y Linares y sobre todo Cervero pudieron empatar, lo que hubiese provocado un estallido en La Romareda. Sin embargo, se ganó y Carreras pudo colocarse el traje del pragmatismo de la victoria para tapar una gestión en los cambios que no fue certera.

El partido, por ejemplo, estaba para Javi Ros, de inexplicable suplencia, justificada por el entrenador en el anzuelo de Diamanka para la defensa del Oviedo, pero que desde luego en la segunda parte hubiera supuesto tener más el balón y poder apaciguar al Oviedo. También Jaime en el tramo final, que ya demostró frescura y desborde en Huesca, ante otro enemigo con muchos espacios atrás, podía haber sido un arma a tener en cuenta.

Carreras, sin embargo, optó por la versión más desdibujada de Pedro cuando Hinestroza se retiró con molestias para alivio de La Romareda tras otro mal partido del colombiano y reemplazó a Ángel por Dongou, que de nuevo, y van varias veces, salió frío y dormido desde el banquillo. El técnico, que ha exhibido cintura táctica y variantes desde que llegó, quizá una de sus virtudes, recibió el claro aviso de la grada, que perdió la paciencia, pero el Zaragoza ganó y ese aviso no fue a más.