—¿Se ha acostumbrado a que la gente lo despida con tanto amor cada vez que lo sustituyen?

—Digo muchas veces que perder desgasta y es verdad, pero me considero un afortunado por el cariño que me da la gente en el día a día. En cualquier detalle lo noto. Voy a comprar, por ejemplo, y siento esa manera tan sincera con la que te habla la gente de aquí, con esa honestidad tan aragonesa en la que te pueden decir un reproche pero acaban mandándote un mensaje cariñoso. El momento ese del cambio es algo que desearía que lo pudiese sentir todo el mundo. Es una pasada, ¡una pasada! Es verdad que ahora La Romareda está muy suave. Antes era más exigente, más crítica, y estaba más veces llena. Mis compañeros lo van viviendo ahora poco a poco, espero que lleguen a vivirla llena de verdad.

—¿Por qué ha cambiado tanto el estadio?

—Porque la gente se ha ido dando cuenta de la situación, de que hay que ir midiendo esa exigencia. Hay niños que ni saben que el Zaragoza jugaba en Primera y por eso hay que volver cuanto antes. De la misma manera que otros no saben que La Romareda no perdona. La realidad de ahora es ayudar y tener paciencia porque hay gente muy joven. Creo que se han dado cuenta de todo eso. Ser jugador del Zaragoza, no obstante, requiere saber que el domingo tienes que estar ahí y demostrarlo. Yo se lo digo mucho a los chavales jóvenes, a los de aquí. Les meto caña para que sean conscientes de que no hemos hecho nada. Esa exigencia, bien llevada, tiene que existir para que se vuelva a Primera División.

—¿Qué piensa al mirar atrás? Hace dos años era un exfutbolista.

—Cuando ahora no estás como te gustaría o no sales de inicio, piensas en comparación. Para mí el año pasado fue algo casi milagroso, fue un triunfo vital y deportivo. Es algo egoísta decirlo porque el equipo fue como fue, pero yo viví algo que ni en mis mejores sueños podía imaginar después de los años de lesiones. A veces no tenemos memoria. Siempre queremos más, va en la condición humana. Es un regalo cada día y lo sé, pero, una vez que estoy aquí, quiero hacer las cosas bien, ayudar, sentirme importante. Doy las 24 horas por estar en muchas cosas que antes no estaba.

—¿Por ejemplo?

—Mis ojos ven más que antes. Ahora sé cómo piensa cada jugador, me pongo en su lugar. Y sé lo que piensa cada uno cuando acaba un partido. Sabemos que los jugadores somos egoístas y trato de que todo el mundo vaya por el mismo camino. Por eso es tan importante un grupo. Yo me exijo cada día, además, como si tuviese 20 años. Quiero jugar el sábado, ganar, que el equipo vaya bien.

—¿Los años perdidos pueden ser un regalo para el futuro?

—Puede ser. No sé si el fútbol tiene un cuentakilómetros. Si lo hay, ahora hago muchos kilómetros en esta nueva posición.

—Le quedan cinco años de contrato más, nada menos.

—Igual no se cumple ninguno, quién lo sabe. En el vestuario me dicen que jugaré los cinco años, pero entiendo que para llegar hasta allí tengo que pensar y vivir semana a semana.

—¿Cómo vive su momento de renovación como futbolista?

—El segundo año con Víctor Fernández jugamos con rombo y ocupé ese puesto. Me acuerdo de meter un gol en el Camp Nou un día que perdimos 4-1. Jugaba de pivote Luccin; a la izquierda Matuzalem, el día que lo lesionaron; y de mediapunta Aimar.

—¿Se encuentra incómodo?

—No. Es una posición que te genera otras molestias después de los partidos. Son otros esfuerzos, otros grupos musculares, carreras más largas… Yo sé que tengo la capacidad de hacer cosas arriba, que puedo hacer un gol o dar un pase. Es un puesto más vistoso porque tienes más presencia ofensiva y el pivote juega mucho más liberado, pero hay que estar muy bien físicamente. Tampoco es lo mismo jugar en la izquierda que en la derecha, te cambia el campo de visión, la atención en los controles…

—¿Cree que el rombo ha sido la clave táctica de la recuperación?

—Hay que tener esa pizca de suerte, y nosotros la hemos tenido, junto al buen hacer de Cristian. Los resultados hacen creer a todo el mundo. Nos ha pasado ahora como nos podía haber ocurrido a principio de temporada. Hay momentos puntuales que marcan.

—¿Cuál cree que ha sido ese momento?

—No sé. Puede ser el penalti ante el Córdoba (se refiere al que paró Cristian a 12 minutos del final). Ahora hay momentos en los que la moneda sale cara. Al principio de temporada salía cruz. El día del Nástic, la ocasión del minuto 1, al comienzo de Liga nos hubieran hecho gol. Es otra dinámica, es otro estado de ánimo, es esa sensación de que te van a salir bien las cosas. Es algo que no sabes por qué pasa, pero que hay que aprovecharlo. Hemos pasado una situación crítica que nos pudimos meter en descenso, o casi, pero hemos sabido salir.

—¿Cree que el partido ante el Oviedo ha sido el más redondo como equipo?

—Lo que vi es que ese día no teníamos ansiedad. No había prisa por hacer gol, sabíamos que se estaba madurando el partido. Y Cristian no intervino, cuando en todos los partidos anteriores había sido protagonista. Si logramos hacer todas las jornadas lo que hicimos ante el Oviedo, significará que somos un equipo superior.

—¿Percibió al instante lo incómodo que estaba el Oviedo?

—Sí. Iba pasando el partido y sabía que iba a llegar el momento. Ahora las sensaciones son buenas y van acompañadas de resultados. Aun así, sigo pensando que lo primero es llegar a 50 puntos.

—Da la impresión de que no le apetece hablar abiertamente de la opción del ascenso.

—No. Pienso igual que a principio de temporada. Hace tres semanas no le dábamos valor a un punto fuera de casa y ahora tampoco es cuestión de desilusionar. Sé lo importante que es ganar en Soria, lo que significa para la gente que va a viajar y lo que supondría socialmente para el siguiente partido, que es a las 12 de la mañana (ante el Lorca), un horario increíble para la gente y el ambiente. Pero todo eso empieza este sábado. Siempre he pensado así, el fútbol hay que pensarlo semana a semana. No voy a decir que hay que mirar arriba, no lo hice al principio y no lo quiero hacer ahora.

—Una victoria en Soria les puede poner a 1 punto de la promoción, a 3 como mucho.

—Tampoco estará todo perdido si no ganamos. Nos hemos distanciado de la parte de abajo y la Segunda es muy larga. No ganan todos a la vez, por lo que es muy difícil que el sexto puesto suba de tres en tres.

—¿Sabe que Los Pajaritos no es un buen estadio para el Zaragoza, que solo ha ganado allí una vez y nunca en Segunda?

—El Numancia es muy fuerte en casa. Solo ha perdido dos partidos y empatado uno, lleva diez victorias. Los datos están ahí.

—Van a viajar dos mil zaragocistas. ¿Qué significa?

—Significa no jugar fuera de casa. No estás en La Romareda, pero el jugador lo siente. Mis compañeros notaron por primera vez el otro día lo que es el ambiente de La Romareda. Y eso va sumando. Claro que no es lo mismo jugar fuera de casa cuando tienes a tu gente ahí, tanta gente.

—Las cosas se torcieron mucho antes de Navidad. ¿Tuvo miedo de que se estropeara todo?

—El sentimiento ese de ‘bah, otro año igual’ te lo dice el aficionado de la calle al tercer partido. La derrota condiciona mucho aunque hayas hecho las cosas bien. El problema de perder es que el siguiente partido hay que ganarlo.

—Hubo un momento que sí se les vio muy preocupados, al entrenador también.

—Sí. Había un momento que pensabas a ver si llegaba la Navidad y todo cambiaba después. Pero yo no llegué a ver al equipo tan mal. Hubo momentos puntuales en los que no tuvimos esa suerte, insisto. El día del Nástic en casa, que expulsaron a Borja, el día del Cádiz que lo estábamos llevando bien y nos expulsaron a dos jugadores… No te das cuenta, pero hay momentos que un resultado positivo tiene un gran significado, fuera y dentro. Ahora están saliendo las cosas y te cambia la perspectiva. Esa primera ocasión de Tarragona de la que hablábamos, por ejemplo. Mientras veía la jugada, pensaba que no nos iban a marcar gol. ¿Por qué? Pues porque ahora las cosas vienen así.

—Decía Cristian que la responsabilidad va a ir creciendo. ¿Lo diría por los jóvenes?

—Sé que a los chavales ahora los llevan en palmitas, pero tienen que saber que un día puede ser al revés. Tiene que haber una exigencia y cada uno se la tiene que poner individualmente. Es muy difícil aquí mandar un mensaje desde el primer día de que el objetivo es llegar a 50 puntos y salvarnos. Nadie lo quiere escuchar. Yo me lo creo, pero entiendo que represento a un escudo que tiene una exigencia histórica y es difícil hacer llegar eso.

—¿Se tiene más fuerza con varios aragoneses en el vestuario?

—A mí me falta Cani. No es lo mismo tener a cuatro jóvenes que deben ser esponjas que tener a Cani. Para canterista yo, pero no creo que haya que ser canterano para que la gente se identifique con un jugador. En el Zaragoza ha habido muchos ejemplos, aunque claro que la gente se siente más identificada con un chaval de Torrero o de Monegrillo.

—¿No va a parar hasta que lleve al Zaragoza a Primera?

—Cuando volví el año pasado, me preparé mentalmente para pensar solo en el césped y el balón. Luego te das cuenta de que es imposible, de que vas a llevar el brazalete y lo que representa. Me reconforta saber que hago todo lo posible para que esto vaya bien. Aunque el Zaragoza llegue a Primera no sé cuándo y yo no esté, me sentiré responsable de que lo haya conseguido. Hay cosas que no valoramos, como por ejemplo que al final se sacara el año pasado. O igual que para que vuelvan tiempos mejores hay que pasar una travesía y es esta. No sé si el Zaragoza volverá a Primera conmigo, pero eso no es un problema. Si el Zaragoza está en Primera, ese problema no existe.