Se han logrado "avances", pero las discrepancias esta vez han proyectado sombras más intensas que en anteriores ocasiones. Se ha vuelto a abrir la puerta a la sociedad civil a expresar sus opiniones pero las críticas al secretismo no cejan. Bienvenidos a la novena ronda de negociaciones del tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos, formalmente Alianza Trasatlántica de Comercio e Inversiones, popularmente el TTIP según sus siglas en inglés.

Ayer, en la rueda de prensa que ofrecieron en Nueva York los dos negociadores jefe --el español Ignacio García Bercero y el estadounidense Dan Mullaney-- hubo acordes. Ambos hablaron de que se han logrado "progresos" en áreas "clave" como acceso a los mercados, coordinación de regulaciones y reglas en sectores como el farmacéutico, el energético, el automovilístico; mencionaron "útiles intercambios" en temas como la lucha contra la pesca ilegal y coincidieron al destacar la "clara dirección política" de ambas partes para intensificar las cosas con la meta de tener un acuerdo para fin de año.

Sin embargo, hubo también notas que apuntaron al desacuerdo y ninguna sonó con más fuerza que la que hace sonar la reciente propuesta de la Comisión Europea de permitir a naciones optar por no aceptar alimentos genéticamente modificados. Para EEUU, es "una gran decepción" que, según Mullaney, "tiene difícil encaje con actuales obligaciones internacionales de la UE". Para Europa "no cambia nada", argumento que García Bercero apuntaló destacando que ayer se aprobaron 19 transgénicos para alimentación y pienso en Europa.

Se palpa que el tira y afloja ha sobrevolado las reuniones aunque, con la criticada celebración a puerta cerrada, no hay manera de comprobarlo. Y ese aspecto de negociación secreta del Tratado, uno de los más cuestionados a ambos lados del Atlántico, también marca algunas diferencias.

Cuando el jueves se celebró en un hotel neoyorquino el único acto público aparte de la rueda de prensa se escucharon algunas alabanzas a Europa por, al menos, hacer públicos documentos detallando sus posiciones antes de negociar y permitiendo comentarios. Aun así, se cuestionó que ambas partes no hagan lo mismo con los borradores del acuerdo. "No se pueden hacer comentarios serios cuando no se tiene acceso a los documentos. Es casi imposible saber si algo ha cambiado en las nueve rondas. Es hipócrita. En las dos democracias más avanzadas de Occidente las cosas deberían ser distintas", denunciaba Jean Halloran en nombre de la Unión de Consumidores de EEUU.

Halloran tuvo relativa suerte y sin duda le benefició la parte de puesta en escena que tienen esas sesiones abiertas, pues en su presentación estaban en primera fila García Bercero como Mullaney, necesitados de probar que su filosofía es "involucrar y escuchar". Otras de las presentaciones, en cambio, tuvieron a negociadores pero no a los jefes: una empresa importadora de vino italiano, la asociación estadounidense de fabricantes de barcos de recreo o Eugene Learner, como representante de la Liga Intergaláctica de Trabajadores para hacer "una broma post-troskista" pero que luego habló muy en serio: "Tratados anteriores nos han mostrado que las fronteras se hacen porosas para el comercio y, sin embargo, se vuelven como una roca para las personas".

APOYOS Y DENUNCIAS

Abundó la crítica pero hubo también apoyos al pacto, como el de Mark Friedman, que, en nombre de la International Bar Association, defendió el polémico sistema de Arbitraje de Diferencias Estado-Inversor (ISDS). Este es uno de los puntos más controvertidos del TTIP que críticos como Guy Taylor, de la ONG Global Justice, denuncian como "supertribunales que servirán a los intereses de las grandes corporaciones y no del ciudadano".

Incluso quienes alertaban de los peligros del TTIP agradecían poder estar ahí. "Es una oportunidad extremadamente importante de presentar temas frente a los negociadores que de otra forma mucha gente no tendría oportunidad de exponer", decía Sean Flynn, de la American University. En su caso, se trataba de hacer sonar la voz de alarma sobre temas de propiedad intelectual. Qué pasará con lo que dijo es una incógnita.