En enero del 2009, en plena debacle económica, una canción sonaba en los altavoces distribuidos por el centro de Washington: "Hubo momentos en que pensé que no podría durar mucho / pero ahora creo que soy capaz de continuar/ Hace tiempo que está a punto de suceder / pero ahora sé que un cambio va a llegar".

Eran los días previos a la toma de posesión de Obama y la bellísima canción de Sam Cooke A change is gonna come servía de banda sonora a un sentimiento largamente anhelado y por fin hecho realidad. También ayer los inversores parecían tararear la tonada, alentados por los rumores de que Merkel podría dar su brazo a torcer y permitiría que el BCE compre más deuda pública en los mercados secundarios, a cambio, claro, de un endurecimiento de los tratados europeos.

Con los mercados en mínimos, además, los valores estaban baratos, de manera que el ánimo comprador campó por doquier. El Ibex 35 subió con fuerza, un 4,59%, en su cuarta mayor ascensión del año y la prima de riesgo se redujo hasta los 430 puntos.

Pero, cuidado, que todavía no hay nada confirmado y el frente europeo es cuanto menos voluble. Y, como decía ayer Javier Solana, "algo está al caer" en la UE y España se está quedando al margen, no como Italia. No debe ir mal encaminado cuando el comisario Joaquín Almunia pidió ayer a España que tenga una "participación activa" en la toma de decisiones. Cooke fue asesinado poco después de lanzar su esperanzadora canción, por cierto.