Estoy harto de que uses
mi corazón de Troya
para intentar ganar tu guerra.
Creo que deberías saber
que cada vez que pronuncio
tu nombre
me tatúas,
con dolor,
la palabra «jódete»
Ahora,
cuando alguien habla de ti,
sólo me tapo los oídos
y me hago el sordo.
Y yo, con sólo cuatro sentidos,
estoy desarrollando mucho más
el tacto de las caricias que
me tuve que inventar
para no agonizar
oliendo el rastro
que dejabas con tu huida.
Tienes el suelo tan a tus pies
que por eso te crees
la reina de la baldosa.
Y la verdad es que hasta
la corona perdiste
por ser piadosa
con tus mentiras.