La expresión por amor al arte cobra infinitos sentidos al hablar de algo como Loving Vincent, la primera película de animación… pintada al óleo. Tal cual. Uno de los trabajos más sorprendentes de la animación del siglo XXI no se basa en los últimos avances infográficos, sino en técnicas del XIX. «Queríamos hacer una película sobre Vincent van Gogh», explica el británico Hugh Welchman, codirector y coguionista, y fundador de BreakThru. «Pensamos que lo correcto era hacerlo a partir de su, digamos, tecnología de elección».

Loving Vincent (en Zaragoza se podrá ver en Aragonia) se sirve también de su obra, su imaginería, para crear el paisaje de un biopic sui géneris, estructurado como una historia de detectives en la que el misterio a resolver es: ¿quién era Vincent? La idea era explorar aspectos poco conocidos de su personalidad y, de paso, intentar saber si realmente se quitó la vida cuando el éxito asomaba a su puerta tras años de lucha y ostracismo.

Las escenas se filmaron primero con actores, a veces con decorados creados para la ocasión, a veces contra la socorrida pantalla verde, a la que después se añadió el escenario digitalmente. Ese metraje sirvió de referencia, de un monitor o proyectado sobre el lienzo, a un equipo de 125 artistas de alrededor del mundo que pintaron 65.000 fotogramas. Cojan aire: cada segundo requirió de 12 cuadros a mano. Siete años de trabajo fueron necesarios para finalizar el proyecto.

Al principio, solo iba a ser un corto. E iba a pintarlo una sola persona, Dorota Kobiela, decidida a unificar su experiencia en pintura, animación y efectos visuales. Entró en escena Welchman, del que se enamoró y con el que urdió el trabajo de amor de un largo pintado al óleo. Los primeros inversores con los que conversaron no entendían bien lo que estaban dispuestos a hacer. «La gente reaccionaba de dos maneras: o no se creía lo que decíamos o no entendía por qué estabamos dispuestos a hacer ese esfuerzo», explica Welchman.

Por amor al arte. O en concreto, Van Gogh. Todo en Loving Vincent rezuma un respeto que raya en el fanatismo: si se optó por el formato 1,33:1 (cuadrado, usado en los orígenes del cine) fue para replicar cuantas más veces fuera posible los marcos de su obra. Y a la hora de elegir el reparto, lo importante no era tanto que fuesen buenos actores como su parecido físico con las figuras originales. Habría sido bastante fácil financiar la película con Johnny Depp como Van Gogh, pero prefirieron al actor de teatro Robert Gulaczyk. Aunque sin duda el mejor habría sido Dan Baker.

Entre los rostros más conocidos están Jerome Flynn) como el doctor Gachet, quien trató a Vincent en sus últimas semanas, y la flamante ganadora del Globo de Oro Saoirse Ronan como su hija Marguerite Gachet. «Los actores se quedaron muchos cuadros. Otros fueron para inversores», explica.

Durante el proceso de preparación, revisaron la filmografía en torno a Van Gogh, que incluye obras queridas de Vincente Minnelli, Robert Altman y Maurice Pialat. «Ninguna de esas películas nos disuadió de hacer la nuestra -dice Welchman. Hay algo que no me gusta de las viejas películas sobre pintores, y es la poca atención que suele prestarse a los cuadros en sí mismos. ¿Se puede contar la historia de un artista sin profundizar en su arte?».

En estos momentos, Kobiela y Welchman profundizan en la obra de Goya para una película similar en ejecución a Loving Vincent, pero menos cine negro que terror. «Lo difícil es saber más de este pintor a nivel psicológico. Van Gogh dejó un montón de cartas en las que se desnudaba, pero Goya dejó bien pocas y todas bastante anecdóticas. Será un desafío».