"Detrás de cada fotografía hay mucho dolor", el del retratado y también el que sintió Gervasio Sánchez al tomar cada una de las imágenes porque "solo sintiendo el dolor de la víctima se puede transmitir la esencia", explicó. El fotoperiodista exhibe ahora en el Centro de Historias de Zaragoza, Desaparecidos, una colección de 200 fotografías --122 en blanco y negro y 87 en color-- en las que el autor realiza un "viaje por la memoria sepultada" de los ausentes de tres continentes, de 10 países, uno de ellos España, siendo la primera vez que trabaja aquí y el germen de su futuro trabajo.

Esta exposición "tiene gran valor documental", aseguró la comisaria Sandra Balsells, ya que las imágenes recorren "toda mi vida profesional", señaló Gervasio Sánchez, de Chile, Argentina a Bosnia-Herzegovina, Irak o Camboya, tomadas todas entre los años 1998 y 2010.

Desaparecidos se articula en ocho bloques temáticos. El primero parte de las instalaciones utilizadas para torturar y desaparecer a las víctimas, como la cárcel de Abú Ghraib, o el centro de detención en Camboya, donde entraron 16.000 personas y solo seis sobrevivieron. De ahí se pasa a los memoriales, con el recuerdo de los desaparecidos siempre presente; a los objetos, ropa, gafas, fotos, libros o los 10 carnets de los hijos y la esposa de un ciudadano kurdo. El viaje que propone Gervasio Sánchez sigue por la búsqueda en las fosas, por la exhumación de los restos, los almacenes destinados a custodiar esos restos --con fotografías con bolsas de restos de 4.000 personas--; y finaliza con la identificación, la entrega de los restos y la inhumación. También se incluyen dos vídeos.

España cierra la exposición, con imágenes de una fosa en Cetina, con doce cuerpos, de los que solo dos han sido identificados. "Aquí empieza mi próximo proyecto", reconoce.

Desaparecidos sirve para recuperar la memoria de los ausentes, pero también para denunciar "la cobardía" de los políticos, en este caso españoles, puesto que "nuestro país también tiene desaparecidos". Además, reconoce que "para las víctimas vivas es peor la búsqueda que poder haber realizado su duelo". La conclusión del fotoperiodista es que "los seres humanos somos incapaces de vivir en paz".