Tras varios años dedicado a la poesía, a los relatos y a los artículos periodísticos, Julio Llamazares regresa a la novela con Las lágrimas de San Lorenzo, una emocionante historia sobre los paraísos y los infiernos perdidos.

--La historia que se retrata en esta novela, ¿tiene que ver también con la suya propia?

--Algunas cosas sí. Siempre digo lo mismo: todas las novelas son autobiográficas pero no por que cuenten la vida del escritor, sino porque reflejan su alma. En este sentido la novela tiene que ver, no mucho, sino todo conmigo, ahora bien, las historias que se cuentan no son iguales. No he nacido en Bilbao ni he conocido Ibiza de joven. Pero creo que todas las novelas son autobiográficas.

--Escoger la isla de Ibiza como centro neurálgico de la historia, ¿hace referencia a un paraíso añorado para su protagonista?

--Todos tenemos paraísos perdidos y elegí Ibiza porque he tenido mucha relación con ella. La he frecuentado porque tengo amigos allí y puestos a elegir una isla como "tesoro de la memoria", elegí Ibiza pero podía haber elegido cualquier isla del Mediterráneo.

--El encuentro que mantienen el protagonista y su hijo allí sirve para la reordenación del universo de ambos.

--La historia se articula en torno a una noche en la que, como tantas personas, un padre se lleva a su hijo de doce años a ver la lluvia de estrellas de la noche de San Lorenzo. Y le lleva a aquel lugar en el que él fue más feliz, Ibiza. Es un padre que ha dado muchos tumbos en la vida y ha vivido separado de su hijo. Mientras contemplan la lluvia de estrellas padre e hijo hablan, y, sobre todo el padre, reflexiona e imagina. Lo que podemos hacer todos cuando admiramos las estrellas.

--Parece también un encuentro mental.

--En esa noche de verano parece que el mundo es una campana de cristal, en la que el pensamiento vaga por sí mismo sin ataduras. Cualquiera que se tumba en un monte de Aragón o en una playa a ver las estrellas cae en un estado de ensoñación que le lleva hacia atrás y hacia adelante y que te lleva a pensar en las cosas realmente trascendentes de la vida, que no son las que nos ocupan la mayor parte de las horas del día, sino a las que dedicamos menos tiempo.

--¿Le sirve para mostrar sus emociones a su hijo?

--Hay una frase que el protagonista le dice a su padre cuando se está muriendo y es que siempre nos damos cuenta demasiado tarde de que no hemos dedicado el tiempo que deberíamos a las personas que realmente queremos. Incluso lo ves en la reflexión que hace mirando a su hijo, pues le gustaría advertirle de ello, pero cada persona se tiene que equivocar por sí misma.

--El protagonista decide hacer un viaje a través de la memoria y la mella que hace el paso del tiempo en la vida.

--Es un personaje que esa misma noche se da cuenta de que ya ha pasado la mitad de su vida y de lo que significa el tiempo, que es el gran tema de la novela. Los hombres escribimos porque el tiempo pasa, si fuéramos inmortales no escribiríamos ni haríamos la mayor parte de las cosas que hacemos. Es una reflexión sobre el tiempo y sobre lo que el paso del tiempo significa en cuanto a pérdidas o indefensión. Es también la conciencia de la naturaleza cíclica del tiempo, es decir, el padre comienza recordando la noche que su padre le llevó a ver la lluvia de estrellas. Imagina que su hijo hará lo mismo con el suyo. Cada capítulo es una estrella que pasa.

--Sus recuerdos son casi todos duros o tristes.

--La vida te va dejando huellas, unas buenas y otras malas y este personaje no es una excepción. Tiene recuerdos buenos y malos y los buenos están casi todos vinculados a Ibiza pero, a la vez, esa isla ya no es la que conoció. Al final es la constatación que hacían los clásicos: Somos estrellas fugaces en la noche del tiempo. Duramos lo que dura un estrella fugaz en el cielo y dejamos un recuerdo equivalente al mínimo resplandor que dejan las estrellas, eso somos los hombres.

--Amar a varias mujeres tampoco le proporciona sustento.

--La vida está llena de pasiones que te sirven pero solo en el momento; te pueden consolar pero no justifican la vida. No hay otra forma de vivir más que apasionadamente sabiendo que el final de la película te acaba ganando.

--Su amplio trabajo en poesía, ¿le hace adoptar esa mirada aun cuando escribe novelas?

--Mi mirada es poética y mi manera de escribir también, pero no porque yo lo decida así. Para mí escribir descarnadamente no tiene ningún sentido, yo quiero sacar el máximo jugo de las palabras, la máxima capacidad de expresión y, sobre todo, buscar la música de las palabras pero no por capricho. Lo importante es el misterio del lenguaje.

--Otra persona puede ver esta historia en la suya propia y usted en alguna ocasión ha mencionado que prefiere hacer reflexionar al lector.

--Lo que hago cuando publico un libro es poner un espejo delante de los lectores, contarme a mí mismo la novela que quisiera leer. Un libro no es más que un espejo en el que el lector se mira. No escribo para entretener a nadie, ni para aburrir, busco el entretenimiento de las emociones.