Malta, lúpulo, agua y levadura. Son los ingredientes de uno de los productos más demandados en verano: la cerveza. Y si es artesana, mejor. Su poder refrescante y los beneficios que puede reportar a la salud son una excusa perfecta para disfrutar de ella y olvidarse de la crisis. Y de eso son muy conscientes los organizadores del Birragoza, el primer festival de cerveza artesana que se celebra en Zaragoza. Una ciudad que como todas la del centro del país --según uno de los cerveceros de El Oso y el Cuervo que llegan desde Toledo-- está a años luz de la cantidad de festivales dedicados a este producto que hay en Cataluña y el Levante, zonas en las que se puede disfrutar de casi un festival de estas características por semana.

De hecho, la mayoría de cerveceros llegan desde esta zona. Toledo, Cataluña, la Comunidad Valenciana, Navarra y por supuesto Aragón eran las encargadas de repartir ayer la cerveza en el patio del Centro de Historias, desde las 12.00 horas del mediodía hasta las 23.00 horas de la noche. Junto a ellas, los asistentes también podían disfrutar de cervezas artesanas de Escocia, Bélgica y Alemania, distribuidas por la empresa zaragozana Lupulus, encargada de organizar el festival. Estas cerveceras están repartidas en diferentes carpas, y ofrecieron ayer --y seguirán hoy-- sus creaciones a los jóvenes, en su mayoría, y familias con niños pequeños que se acercaron al lugar indicado.

Sesión de cata

La cerveza artesana está hecha con un cariño especial por todos los que se dedican a ello. El estudio de los ingredientes se hace de una manera especial y costosa, por lo que al beberla también hay que saber apreciar ese esfuerzo. Pensando en esto, los organizadores del Birragoza prepararon una cata de las cervezas artesanas que ofrecen en el festival. Esta cata se realizó ayer a las 17.00 horas, y se repetirá hoy a las 19.00 horas.

En ella, cuatro cerveceros mostraron sus productos, algunos de ellos recién creados, a un grupo de unas quince personas que pagaron diez euros por descubrir los diferentes sabores que les ofrecían. Sabores suaves, dulzones, amargos y más amargos todavía. Todos acompañados de explicaciones técnicas sobre la fabricación de la cerveza, gracias a las cuáles los asistentes pudieron aprender que los IBU indican el amargor que el lúpulo le ha dado a una del tipo de malta que se use en su fabricación.

Todo esto teniendo en cuenta, como dijo uno de los cerveceros, que lo que importaba de la cerveza era beberla, y no solo su color o su olor --también muy comentado en la cata--. O como dijo otro de los participantes y organizadores del encuentro, Sergio Ruiz: "Es mejor un trago que mil palabras". La filosofía central de un festival recién nacido.