El castillo de Alcocer, sobre cuya conquista en el siglo XI por parte de Rodrigo Díaz de Vivar se cierne uno de los fragmentos más apasionantes del Cantar del Mío Cid, sigue oculto. Desde el capítulo 26, donde se recoge la llegada del Cid Campeador a está fortaleza, el autor del cantar relata a lo largo de 22 episodios la conquista de Alcocer y la victoria del Cid Campeador contra tres mil hombres enviados por el rey moro Tamin para recuperar la fortaleza.

No obstante, la historia le ha sido más esquiva que la leyenda a este castillo, hasta el punto que aún hoy se desconoce si realmente existió, y en su caso, dónde estuvo ubicado. La cuestión no es nueva, pero ha adquirido un nuevo cariz desde que el consistorio de Ateca anunciara recientemente un plan de excavaciones para encontrarlo.

La noticia ha originado cuando menos asombro entre los habitantes de la localidad atecana, ya que gran parte de ellos daban por hecho que dicho nombre se refería al castillo que se alza en el centro del municipio. Sin embargo, la hipótesis que parece contar con más credibilidad entre historiadores y críticos literarios es que dicho recinto fortificado se hallaba en algún lugar cercano a la vega del Jalón entre Ateca y Terrer. Esta es la impresión que se deduce de la interpretación del cantar y es también lo que parecen avalar algunos documentos históricos.

El paraje de La mora encantada --topónimo que suele aparecer junto a yacimientos árabes--, situado a cuatro kilómetros del municipio de Ateca junto a la antigua nacional II (Zaragoza--Madrid), parece ser el punto más indicado para localizar este antiguo asentamiento. Francisco Martínez, historiador y tal vez la persona que más ha trabajado para resolver la incógnita, así lo considera: "Algunos documentos de los siglos XV y XVI hallados en Ateca hablan de la acequia de Alcocer que discurre paralela al camino de Calatayud".

Según Francisco Martínez, estos mismos documentos aluden a fincas aún hoy reconocibles que permiten identificar esta acequia como la Losa, ubicada en una zona de cárcavas donde se enclava este paraje. Asimismo, en el archivo de Ateca se han encontrado documentos del siglo XVIII donde se cita que la torre de Alcocer está cerca de la ermita de San Julián, la cual se encuentra en estas mismas cárcavas.

Esta teoría está avalada en una referencia del inventario de propiedades del obispado de Tarazona del s. XIV donde se recogen sus propiedades en Ateca junto a la acequia de Alcocer. El canónigo Monterde en el siglo XVIII describe la existencia del castillo de Alcocer entre Ateca y Calatayud. Finalmente, y aunque se trate de una obra literaria, las descripciones del valle del Jalón en el Cantar del Mío Cid resultan bastante fidedignas, por lo que cabe pensar que su autor -anónimo-- conocía bien esta zona.

La excavación arqueológica para averiguar si realmente se encontraba el castillo de Alcocer en el paraje de La mora encantada lo acomete un equipo dirigido por el arqueólogo José Luis Cebolla. Esta fase se inicia una vez obtenido el mapa del subsuelo de la zona por medio de un estudio con georádar. El grueso del proyecto, que está siendo financiado por la Diputación Provincial de Zaragoza y el ayuntamiento del municipio, asciende aproximadamente a 30.000 euros.

EL CID, SEGUNDA JUVENTUD

El interés por conocer la ubicación concreta de Alcocer supera lo puramente histórico, ya que la figura de Rodrigo Díaz de Vivar vive una segunda juventud. Los esfuerzos que están haciendo varias diputaciones provinciales para relanzar el Camino del Cid; e incluso, por qué no, la reciente película de animación El Cid, la leyenda han puesto a este viejo personaje de nuevo en el candelero.

Y en esta idiosincrasia, localizar los restos de una de las fortalezas árabes que más quebraderos de cabeza le dieron a este jinete desterrado de Castilla, cuando intentaba cobrarles las famosas parias con las que ganarse el favor de su rey Alfonso, puede tener diez siglos más tarde su recompensa. Si los estudios concretan que se erigió en este paraje el castillo de Alcocer, éste se convertiría, por derecho propio, en uno de los principales enclaves en la Ruta del Cid, con todo el atractivo -ya sea histórico o legendario-- que ello conlleva.