En Turquía, seis defensores de Derechos Humanos fueron encarcelados el 18 de julio, acusados, de forma ridícula, de apoyar a una organización terrorista. Están a la espera de juicio, lo que podría prolongar su encarcelamiento durante meses. Otros cuatro recuperaron la libertad, pero continúan siendo investigados, tras ser detenidos junto con el primer grupo el 5 de julio. Entre los encarcelados está Idil Eser, directora de Amnistía Internacional en Turquía. «No he cometido ningún delito», nos dijo en un mensaje antes de entrar en prisión. Los detenidos junto a ella tampoco. El Gobierno aprovecha cualquier rumor de disidencia para intensificar la represión. Defender los derechos humanos se ha convertido en un delito.

Hace un año, Turquía presenció con horror cómo se arrastraba a periodistas durante emisiones en directo. El ruido atronador de los aviones despertaba a niños y en las ciudades resonaban disparos. Durante 12 horas de derramamiento de sangre, 250 personas murieron y más de 2.000 sufrieron lesiones. Muchos experimentaron una sensación de alivio al día siguiente, cuando se supo que el intento de golpe de Estado había fracasado.

Sin embargo, fue algo fugaz. Cinco días más tarde, el Gobierno impuso el estado de emergencia. Cada tres meses lo ha prorrogado y cada vez los efectos han sido peores. Se han abierto investigaciones penales contra 150.000 personas acusadas de ser parte de la Organización Terrorista Fetullahista, acusadas de estar relacionadas con el clérigo Fethullah Gulen, acusado de ser el cerebro del golpe. Cada día hay más investigados.

Como consecuencia de la represión, unas 50.000 personas languidecen en la cárcel. Entre ellas figuran 130 periodistas, más que en ningún país. Más de 100.000 funcionarios, incluida la cuarta parte de la judicatura, han sido despedidos arbitrariamente. Solo en la última semana, cientos de investigadores fueron expulsados de sus puestos de trabajo, mientras que se expidieron más 140 órdenes de detención de trabajadores informáticos.

El mes pasado, la purga llegó a Amnistía Internacional. Taner Kilic, presidente de nuestra sección turca, permanece en prisión preventiva acusado de terrorismo.

Para demasiados países, Turquía es demasiado importante para que les importen los Derechos Humanos. Lo necesitan para mantener a raya a oleadas de personas migrantes y refugiadas. Lo ven como un aliado en Siria. Y lo necesitan para detener la expansión del grupo armado que se autodenomina Estado Islámico. El Gobierno turco lo sabe, y se aprovecha de ello. Sabe que eso no deja ver a otros gobiernos las evidentes violaciones de Derechos Humanos que se están cometiendo.

Sin embargo, no cesamos en nuestro empeño. Estamos en campaña para lograr la liberación de nuestros compañeros y del resto de defensores de Derechos Humanos. No vamos a rendirnos. Pero para ser más fuertes necesitamos tu apoyo. Súmate a nuestra lucha con tu firma en www.actuaconaministia.org.