- Economistas, políticos y organismos internacionales llevan años vendiendo el crecimiento económico como la base para lograr el desarrollo de la sociedad. ¿Es necesario que la economía crezca para solucionar los problemas de desigualdad e injusticia social?

- El crecimiento en las sociedades industriales avanzadas parece una necesidad obvia. Como dijo el presidente G. W. Bush, el 14 de febrero del 2002, en el congreso de meteorólogos celebrado en Silver Spring, «esta es la solución y no el problema», incluida la solución de la crisis ecológica y el cambio climático. Crea empleos, favorece los ingresos fiscales y, por lo tanto, la financiación de las políticas educativas, sanitarias y culturales. Incluso es favorable a la paz y genera bienestar, si no felicidad. En una sociedad capitalista basada en la lucha de clases, un crecimiento vigoroso hace posible, a través del efecto de goteo, aumentar los ingresos y reducir las desigualdades. Todo esto fue así, más o menos, durante la edad de oro (1945-1975) para los países más desarrollados. Esto es cierto, siempre que olvidemos las consecuencias negativas de las cuales comenzamos a percibir el precio: la depredación ilimitada de los recursos naturales y la destrucción de los países del sur. Y cuando el crecimiento ya no está regulado o sostenido, ya no es verdad. La sociedad de crecimiento lento que conocemos nos condena a la austeridad con un vertiginoso incremento de la desigualdad.

- Por el contrario, ¿puede llegar a convertirse en un problema la apuesta obsesiva por el crecimiento económico?

-Por más que se diga, un crecimiento infinito es incompatible con un planeta finito. La supervivencia de la humanidad implica ir más allá de la lógica social basada en el crecimiento económico ilimitado.

- Entonces, si el crecimiento económico depende de los recursos disponibles, y estos recursos son finitos, ¿hasta dónde puede sostenerse el crecimiento económico? ¿Tiene algún límite?

-Los límites están ahora bien identificados con la huella ecológica. Una sociedad cuya huella ecológica exceda la capacidad de regeneración de su ecosistema está condenada al fin. En la actualidad, la humanidad en su conjunto supera en un 50% la huella ecológica sostenible, y para algunos países el exceso es del 900%.

- ¿Qué ocurrirá con el planeta y con sus habitantes si se alcanza ese límite del crecimiento económico?

-Iremos a lo que los especialistas llaman colapso. Los síntomas ya se están sintiendo y las manifestaciones son multifacéticas, pero todas tienen que ver con caos: cambio climático, fin de los combustibles fósiles, colapso de la biodiversidad, muerte de los océanos, hambrunas, migraciones masivas, guerras y pandemias.

- ¿Es posible que la economía tenga que crecer en determinados momentos y sectores, y no en otros?

-El problema no es el crecimiento de este o aquel sector, que puede ser muy deseable, sino el hecho de que el sistema que hemos adoptado se basa en el crecimiento para el crecimiento.

- ¿Qué habría que hacer para que la economía permita reducir las desigualdades, y no al revés?

-La lógica de la economía capitalista y, por lo tanto, de la sociedad de mercado, genera desigualdades. Estas solo se pueden reducir a largo plazo si la economía se reintegra en lo social y lo político recupera su autonomía para imponer regulaciones. Sería una verdadera revolución en comparación con la omnimercantilización del mundo provocada por lo que se llama globalización.

- ¿Es el decrecimiento una solución en sí mismo, o es la base sobre la que articular soluciones para lograr un desarrollo global sostenible?

-El término decrecimiento no es más que un concepto, y en cualquier caso, no es la imagen invertida del crecimiento económico, sino un lema político provocador cuyo propósito es principalmente hacernos pensar para encontrar el significado de los límites. En particular, el decrecimiento no se refiere ni a una recesión ni a un crecimiento negativo. El decrecimiento no se refiere a otro tipo de crecimiento, ni a otro desarrollo (sostenible, social, solidario, etc.), sino a la construcción de otra sociedad, una sociedad de abundancia frugal o de una prosperidad sin crecimiento, citando a Tim Jackson. En otras palabras, no es en principio un proyecto económico, ni siquiera de otra economía, sino un proyecto social que implica abandonar la economía como realidad y discurso imperialistas, genéticamente basada en el exceso. Por lo tanto, no se trata de avanzar hacia el desarrollo global, ya que el desarrollo siempre involucra la lógica del crecimiento, pero sí en pensar en un futuro sostenible. Es decir, hablamos de una sociedad capaz de autolimitarse y que logra descolonizar de su imaginario la religión de la economía, el crecimiento, el progreso y el desarrollo. Esto implica un trabajo considerable.