Después le hicieron firmar una especie de documento dando las gracias al equipo y bla, bla, bla… Pero, nada más bajarse de su coche entre humo, minutos después de gritar «¡no, no, no!» por su radio al abandonar cuando era líder del Gran Premio de Malasia y del Mundial, Lewis Hamilton (Mercedes) se paseó por la zona mixta del circuito de Sepang repitiendo el mismo mensaje. «Alguien no quiere que este año gane, pero no me rendiré», repetía el campeón sin explicarse la avería. Ganó Daniel Ricciardo en un inesperado doblete de Red Bull, pero lo que acabó de sacar de quicio al inglés fue el podio de Nico Rosberg después de remontar desde la última posición tras otro error infantil de Sebastian Vettel en la salida.

«No puedo creerme que haya ocho coches con motores Mercedes y que sólo los míos fallen. Algo no va bien. Ha habido unos 43 motores Mercedes esta temporada para ocho pilotos y el mío es el único que se ha roto». Hamilton repetía una y otra vez este mensaje tras sufrir la primera rotura en dos años y medio, la primera avería del Mercedes en la era híbrida. Restan cinco carreras y la diferencia con Rosberg es de menos de una victoria, pero Hamilton se hace la víctima: «El título va en una dirección… y no es la mía».

El abandono de Hamilton dio aún más valor al podio de Rosberg, después de ser embestido en la salida por «un tetracampeón descontrolado» como calificó a Sebastian Vettel. Fue una gran carrera, «una de las mejores en F-1» para Carlos Sainz sin poder llevar a los puntos a su lentísimo Toro Rosso, y sobre todo, fue una grandiosa carrera de Fernando Alonso, que remontó desde el último lugar de la parrilla hasta la séptima posición, apoyado, como siempre, en una primorosa salida.