La noticia de la abdicación de nuestro Rey ha calado hondo en la ciudadanía. Las conversaciones de opinión se generalizan en los lugares más cotidianos, en el autobús de línea, con el vecino en el ascensor (la metereología pasa a segundo plano) y además se habla con una convicción inusitada. En la esfera de los medios informativos la ocupación de tiempo y espacio es desbordante, toda figura relevante da su versión de la situación. Incluso ha vuelto a ser noticia el conocido retrato colectivo de la familia de Juan Carlos I encargado en 1994 por Patrimonio Nacional al pintor Antonio López. Este artista durante 20 años ha estado pintando y repintando cada uno de los personajes reales, se supone que para actualizar fisonomías, esto le ha llevado a no tener aún la obra terminada. Esta dilación sería impensable que se permitiera en la época de Velázquez o Goya, salvando las distancias, sobre todo pictóricas, Goya emplea poco más de un año en realizar el retrato de la familia de Carlos IV. En el caso del pintor de Tomelloso supongo que habrá estado aplicando la misma filosofía que vimos en el documental El sol del membrillo del director Víctor Urice, basada en la absoluta realidad de su creación artística, es decir, una lánguida y controlada ejecución pictórica motivada por los cambios naturales de luz que sufría el membrillo situado en su jardín, por lo que al igual que Penélope esperando a Ulises, hacía y deshacía según le convencía lo pintado el día anterior. El resultado es el producto de un lirismo intangible y congelado. López compara el retrato real con escribir la novela Guerra y paz de Tolstói, esperemos que no sea una premonición y la transición del rey no se parezca a la de Rostov.Pintora y profesora