Una de las manifestaciones artísticas populares más interesantes que se da en nuestra ciudad es el Festival Asalto. Una muestra que se expande por la ciudad para embellecer medianiles deteriorados o estaciones de tranvía. Que en su undécimo año este festival se siga manteniendo, a pesar de los cambios políticos, puede interpretarse como una metáfora de lo que suponen las manifestaciones artísticas, su lenguaje, su estética y su aportación a la sociedad; se podría decir que es un triunfo intrínseco e imparable, quizá sea una imposición a la falta de consumo cultural y artístico, un asalto a nuestro deambular por las contaminaciones acústicas y lingüísticas que nos aturden cuando tapias y demás muros se llenan de gruesa cartelería que nadie lee, anunciantes de efímeras noticias que lo único que aportan, junto con los sprays de signos, es afear y degradar paredes.

Toda manifestación artística busca una respuesta en el espectador dirigida e intencionada por el autor, a veces se consigue y otras solo se queda en pura visión muda.

El arte actual suele ir acompañado de explicaciones literarias de las obras, con el afán de transmitir el lenguaje de la imagen; esta inercia detecta esa necesidad, el deseo intuitivo de hacer partícipe a la sociedad. En las obras del festival no está el artista para explicarnos, no hay cartelas con el título, es puro disfrute de las formas, del color, suficiente para saborear la magia del arte. Por eso los artistas que han participado en Asalto, consiguen que cada rincón intervenido se configure como un espacio mágico que nos transforma a mundos insospechados, aislándonos de la suciedad de muchas calles y de la degradación de algunas viviendas.H

*Pintora y profesora de C.F