De vez en cuando, y siempre por conveniencia política del gobierno de turno en el Reino Unido o en España, se saca a ventilar, cual alfombra vieja pero valiosa, el manido asunto de Gibraltar. Los gobiernos de ambos países, aliados en la OTAN y hasta el Brexit miembros de la Unión Europea, suelen trufar sus declaraciones con alegatos patrioteros propios del siglo XIX.

En los últimos días algunos políticos británicos han intentado camuflar su incompetencia, su fracaso y el declive de su historia imperialista lanzando amenazas cargadas de un tufo bélico. El principal mentor de semejante sarta de imbecilidades ha sido Michael Howard, antiguo líder de los tories británicos. Este soldadito de salón ha declarado que la primera ministra británica, Theresa May, iría a una guerra para defender la soberanía británica sobre Gibraltar. El conservador Howard, valentón y prepotente en la forma y en el fondo, se ha comportando como un hampón de taberna, aunque, eso sí, con título de lord en su tarjeta de presentación.

El Gobierno de España tampoco lo ha hecho bien. Mariano Rajoy, en su habitual estilo inoperante e inane, no ha movido un dedo y ha dejado que responda un tal Alfonso Dastis, ese hombre que lee un papel y que, incomprensiblemente, dirige el ministerio de Asuntos Exteriores. A este ministro, torpe y sin capacidades, no se le ha ocurrido otra cosa que decir que cuando el Reino Unido salga de la Unión Europea se podría reconsiderar la incorporación de Escocia, con lo cual no ha hecho sino dar argumentos a los independentistas.

Cuestiones históricas, políticas y soberanistas aparte, Gibraltar es una verdadera bicoca para defraudadores y evasores fiscales, entre los que se cuentan muchos nacionalistas españoles de banderita en la muñeca e hipócrita fervor patriotero. Pero la Roca es también un nicho de trabajo para varios miles de españoles que viven en el Campo de Gibraltar (que conozco bien pues soy consejero del centro de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de la Línea y lo visito tres veces al año), quienes sin lo que se mueve en este enclave no tendrían dónde ganarse la vida.

Gibraltar es una excusa que los más rancios nacionalismos británico y españolista utilizan como señuelo para seguir mareando la perdiz y desviar la atención de lo verdaderamente importante: que en pleno siglo XXI sigue existiendo una colonia en el sur de Europa en la que se blanquea dinero, se evaden capitales y se defrauda al fisco. Lo demás, no es otra cosa que fuegos de artificio.

*Escritor e historiador