La imagen de la izquierda española, lejos de coser desgarrones y rotos, sigue desvistiendo el santo hasta quedarse, al penitente paso que va, en pura peana, mientras los cofrades de Rajoy lo pasean bajo palio como el apóstol del largo y popular camino, y profeta bendito por todos los patronos.

La guerra a cuatro en el PSOE y en Podemos amenaza con desdoblar ambas siglas en otras tantas plataformas alternativas y en acabar la procesión de la izquierda con la quema de ilusiones y caza de brujas.

Ambos partidos están más amenazados de secesión interna a medida que se incrementa y agudiza la pugna entre sus líderes. Por un lado, los socialistas Pedro Sánchez y Susana Díaz. Por otro, los podemitas Pablo Iglesias e Íñigo Errejón.

El PSOE, lejos de serenarse con los servicios gerontocráticos de Javier Fernández y su unidad de cuidados intensivos, sigue borboteando con joven y mala sangre de un Pedro Sánchez que no se resigna a perder, a ser olvidado, y que recorre las calles y carreteras de España enarbolando la bandera de la militancia.

Las encuestas lo sitúan de momento como favorito sobre Susana Díaz y la tercera vía de un Patxi López experto en pescar en aguas revueltas, para dejarlas después igual de turbias o más. Pedro, como el sastrecillo valiente, va encandilando con sus piruetas, pero Susana no se atreve a lucir el traje de faralaes arriba de Despeñaperros, donde las hechuras vascas y el aire rústico de Patxi no disgustan, al contrario a los compañeros/as.

¿Quién hará el traje nuevo al maniquí socialista, plantado como un estafermo en el campo de justas? Todo hace indicar que finalmente será la andaluza, pero está por ver cómo y a quién le toma las medidas, de qué color elige los hilos, a qué tejido confía el forro y dónde clava los alfileres.

En Podemos tampoco se sabe quién es más podemista, progresista, alternativo, comunista o protorrevolucionario, si Iglesias o Errejón. El primero parece más callejero y agit-prop, el segundo más intelectualoide y pitagorín, sin que el respetable sepa cuál es mejor, qué sería preferible para la nueva izquierda, si uno de estos dos gallos de pelea, como empiezan a llamarles, o la tercera vía del siempre paciente Pablo Echenique, pactista y astuto como buen aragonés.

Una izquierda cada vez más dividida frente a un gobierno unido en lo conservador. Así no se gana nunca.