Se está viendo que en el arte actual cada vez importa menos la obra en sí y más lo que se habla de ella. La historia está llena de casos de artistas, diseñadores que utilizaron la provocación para sobresalir, y me viene a la memoria David Delfín que en el 2002 salta a las primeras planas con su desfile de mujeres con capuchas a modo de burkas y sogas de horca en el cuello, la polémica se dio en plena guerra en Afganistán. Ese dicho de que es mejor que hablen de ti aunque sea para mal, pues eso, una táctica de márketing más que sabida. Hay muchos artistas que para defender su estatus mantienen el leitmotiv de la provocación, aunque el desgaste sea evidente y su obra no se justifique, siempre hay poderes establecidos sensibles que creen ver en los razonamientos artísticos un atentado sobre lo que representan. Tal es el caso de la polémica escultura de La bestia y el soberano de Ines Doujak y John Barrer, dos artistas de una corta trayectoria y prácticamente desconocidos para el mundo, de repente cobran relevancia por un intento de censura del director del Macba. Es tan absurdo todo lo sucedido que podría entrar la escultura de sodomitas en un estado de performance que daría para otra obra añadida. Quizá lo que se tendrían que plantear los comisarios y directores de museos es programar muestras con un buen nivel de calidad artística. No todo vale, la verborrea artística en tono de provocación no es garantía ni categoría y, en el caso que nos ocupa, si la obra la hubieran dejado en el anonimato de los visitantes del Macba, nos hubieran hecho un favor, no trasciende por si misma, más bien amenaza la compresión del arte y pone en evidencia los criterios de los comisarios.

*Pintora y profesora