La consejera de Educación del Gobierno de Aragón, Dolores Serrat, viene quejándose en las últimas fechas de su atribulada vida desde que decidió aceptar el cargo y, con él, la política de dinamitación de la educación orquestada por el Partido Popular en todo el país. La consejera ha llegado a declarar que, dada la contundencia de las protestas, no va a poder salir de su casa y ha denunciado, incluso, haber sufrido amenazas.

No me cabe ninguna duda de que no debe ser agradable sentir la protesta social alentar en tu nuca cada vez que, como consejera, te diriges a un acto público. Pero lo que sí me sorprende es la extrema ingenuidad de la consejera. ¿Qué esperaba? ¿Qué la sociedad se quedara de brazos cruzados ante sus medidas? Hace unos días, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro declaraba que España está encantada con el gobierno del PP. ¿Ingenuidad o cinismo? Sin duda el cinismo es la nota que acompaña a la política española desde hace mucho tiempo, aunque el Partido Popular está batiendo, en lo que llevamos de legislatura, marcas históricas.

UNA DE LAS ESTRATEGIAS que el Gobierno está intentando poner en marcha es la de la criminalización de la protesta social. Se están arbitrando medidas durísimas para intentar dificultar los procesos de movilización. Por poner un ejemplo, hace unos días se le imponía una sanción a un activista de Mesas de Convergencia por participar en una concentración ante un banco para protestar por su política de desahucios. Dicho activista no fue en ningún momento identificado por la policía, de lo que se desprende que lo fue a través de algún tipo de grabación. El resultado, una multa de 300 euros por "dificultar el acceso de clientes".

Esta política resulta de todo punto injustificable, pues la movilización en este país, desde hace más de un año, presenta un perfil extremadamente cívico, a pesar de la constante provocación bajo forma de presencia policial, identificaciones e intimidación.

En realidad, en esta historia los violentos no somos los ciudadanos y ciudadanas que salimos a la calle a defender lo que nos pertenece, sino quienes, a punta de ley y decreto nos lo usurpan. Reconocemos como violencia un robo a punta de navaja o la quema de un contenedor. Hay que reconocer también como violencia el robo de lo común, la quema intencionada de los servicios públicos.

El Partido Popular está ejerciendo, a través de sus dirigentes, como Dolores Serrat, una violencia extrema, al apropiarse de lo que a todos pertenece para pasar el negocio a sus correligionarios. No cabe llamarse a engaño, pues es, evidentemente, una opción política encontrar siempre dinero para tapar los agujeros de la banca, sean los que sean los miles de millones que ésta necesita, y, sin embargo, tomar la decisión de recortar, precisamente, en sanidad y educación públicas. Y contra una política de expolio, contra agresiones premeditadas, la movilización se impone.

Por eso, las quejas de la consejera Serrat están cargadas de cinismo. No vale poner cara de no haber roto un plato, de sufrir injustificadamente la ira de la ciudadanía, cuando se es punta de lanza de la violencia del sistema. La controladísima ira del sector educativo está más que justificada. Y todavía más cuando nos encontramos con una política represiva y amedrentadora desde la consejería de Educación, cuando se pide el listado del profesorado que se encierra en las protestas.

He asistido, como padre de una alumna, a alguna asamblea del Instituto de Educación Secundaria Pedro de Luna. La verdad es que me sentí tremendamente orgulloso al escuchar las intervenciones, en especial de un alumnado que, pese a su corta edad, destilaba democracia y madurez por sus cuatro costados. Muchos de nuestros presuntos dirigentes no les llegan a estos muchachos y muchachas a la altura del zapato, ni moral ni intelectualmente.

ME REAFIRMÉ EN MI confianza en una educación pública de alta calidad, que es la que se da en nuestros centros públicos, a pesar del mimo con el que, tanto PP como PSOE, han tratado a una enseñanza concertada con un nivel de calidad claramente inferior al de la pública. He asistido también, como profesor, a diversas asambleas de la universidad, en especial a las del grado de Filosofía al que pertenezco, y he visto a ciudadanos y ciudadanas atentos a defender lo que es de todos, en especial aquello que hace grande a una sociedad, su cultura.

Pretender criminalizar a quienes se han encerrado en sus centros, pretender amedrentar a quienes entienden la democracia de forma participativa y no burocrática, acosar a quienes luchan por dejar tras de nosotros una sociedad digna y no las ruinas de lo que fue, es una brutal forma de violencia. No busque violencia, consejera, en los encierros, no la busque en las movilizaciones. Quienes la ejercen, quienes están dinamitando la paz social, se sientan, cada viernes, en Consejo de Ministros.