Asistimos al espectáculo nada edificante de una sociedad en crisis, con un menosprecio fundamental de valores, donde se echa muy en falta un reflejo de todo aquello que devuelva a la persona el humanismo que nunca debió perder. Entre todas las artes y actividades creativas, sobresale la música a la hora de elevar el espíritu y liberarnos del falso y egocéntrico oropel que impera en una individualidad escasamente propensa a la solidaridad.

La música ha sido siempre un canto jubiloso a la esperanza y a la vida; hoy se nos revela también como un eficaz aldabonazo terapéutico capaz de paliar el sufrimiento de los pacientes oncológicos. Virginia Castelló, presidenta y fundadora de Música en Vena, señala las virtudes de la terapia musical frente a las necesidades físicas, emocionales, cognitivas y sociales de los individuos; aunque no sustituye en modo alguno a los tratamientos convencionales, está especialmente indicada para actuar contra la ansiedad, el dolor y los efectos indeseables de los tradicionales procedimientos onco-paliativos y se muestra especialmente eficaz con los niños, donde su utilización es más habitual.

Así, los artistas músicos colaboradores, siempre profesionales y algunos muy afamados, recorren de forma altruista los hospitales dejando una estela de bienestar; ellos se olvidan de su ombliguito e irrumpen en un mundo doliente para transmitir un mensaje de entrega y devoción. Su única y suficiente recompensa reside en el agradecimiento y sonrisa de los pacientes.

Pero la musicoterapia no solo es fuente de salud. También genera futuros creadores en la música, la literatura y en el resto de las disciplinas artísticas. En palabras de la doctora López-Ibor: "la música es la rehabilitación del alma".

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