No es mi actual responsabilidad de directora provincial de Educación la que me impulsa a escribir estas líneas, sino mis muchos años como directora del IES Luis Buñuel de Zaragoza. He leído en prensa los comentarios que ha suscitado el Plan de Actividades Solidarias en el ámbito educativo para estudiantes de la Universidad de Zaragoza.

Creo que son dos las principales inquietudes que se manifiestan:

  1. Por un lado, puede parecer que el plan pretende la sustitución de profesionales por voluntarios.
  2. Por otro, se tienen dudas de la capacitación de estos universitarios no titulados para tratar con niños y adolescentes.

Recordemos tres normativas que han posibilitado que surgiese este plan. Por un lado la Ley Orgánica de Universidades, que recoge el derecho de los estudiantes a obtener hasta un máximo de 6 créditos por la participación en actividades solidarias y de cooperación.

Por otro, la orden de 11 de octubre de 1994 que regula la actividad de voluntariado en los centros públicos que impartan enseñanzas de régimen general. Los centros podrán acoger iniciativas desinteresadas de colaboración de parte de entidades sociales con el fin de mejorar las posibilidades de realización de actividades complementarias y extraescolares para todos los alumnos y contribuir a compensar las desigualdades que pudieran existir por diferencias sociales, personales o económicas.

Los voluntarios no podrán tener asignadas funciones que puedan dar lugar a una sustitución total o parcial del personal del centro en el ejercicio de su trabajo o en la asunción de las responsabilidades que le competen.

En cuanto al decreto 73/2011, de 22 de marzo, del Gobierno de Aragón, que establece la carta de derechos y deberes de los miembros de la comunidad educativa, contempla en su artículo 50 que los distintos miembros de la comunidad educativa podrán participar, en calidad de voluntarios, en las actividades de los centros docentes, las cuales deberán ser aprobadas por el consejo escolar.

El mencionado plan de actividades solidarias nace al amparo de la legislación vigente y no pretende en modo alguno la sustitución de profesionales por voluntarios. Solo contempla disponer de más recursos para hacer apoyos en aquellas actividades complementarias y extraescolares que los centros soliciten, contando con la aprobación del consejo escolar.

TENGO QUE DECIR que en más de 30 años de docencia, siempre he lamentado no disponer de más recursos para dar a ciertos temas una mejor respuesta. Personalmente he tenido ocasión de ver colaboraciones de voluntariado en Francia, Inglaterra, Alemania y Dinamarca, y siempre eran bienvenidas al estar muy bien enfocadas. Lo que en realidad consiguen es que los trabajadores de la enseñanza hagan mejor su trabajo gracias al altruismo de diferentes sectores de la sociedad. Es lógico que de momento seamos reticentes porque llevamos algunos años de retraso en integrar el voluntariado en nuestra vida cotidiana, respecto a la mayoría de los países de Europa.

La segunda inquietud, la que cuestiona la capacitación de estos universitarios, no debe preocupar puesto que su labor es meramente de apoyo.

No digo que todo esto sea fácil de organizar y sin duda hay que diseñar con sumo cuidado las actividades a realizar para que el resultado sea el deseado. Porque no solo hay que evitar invadir el espacio de los profesionales sino el de otros universitarios que puedan venir a hacer prácticas a los centros. Lástima que este proyecto haya nacido en un año en el que se está particularmente sensibilizado por cuanto compete a la educación y pueda generar desconfianza. No hay razón alguna para relacionar la situación actual con el nacimiento de una iniciativa que ha cobrado forma tras largo tiempo de maduración. Así pues debemos analizar esta iniciativa en su justa medida con la tranquilidad que da ampararse en todo momento en la legalidad vigente. Estamos en una fase de proyecto piloto y abierto a recibir propuestas que ayuden a perfilar este plan de manera que vaya cobrando forma con el consenso necesario para que salga adelante.

Si personalmente pongo en la balanza la posible colaboración de estos universitarios o su no colaboración, y si realmente pienso en nuestros alumnos, no tengo duda de lo que sería mejor para ellos.

Y como última reflexión, no debemos olvidar la oportunidad y el enriquecimiento personal y profesional que supondría para un joven universitario, que elige por altruismo unas actividades solidarias, la posibilidad de colaborar en un entorno escolar en el que poder sentirse útil.