El Real Zaragoza está anudado al cortoplacismo, no puede pensar ni en el medio ni en el largo plazo porque el futuro depende por completo de lo que ocurra hoy, pasado y, como mucho, pasado mañana. El escenario al que se enfrentará la SAD será uno u otro, radicalmente distinto, en función de cómo acabe esta temporada desde el punto de vista deportivo. Ahora mismo, la palabra proyecto no tiene apenas significación, no existe. Solo tienen relevancia los resultados, que lo condicionarán todo.

Y justamente los resultados son los que están dejando huérfano a Ranko Popovic, que por segunda vez en tres meses vuelve a jugarse el puesto. Se lo jugó en Lugo y ante el Alavés y sobrevivió. Y lo hará de nuevo ante la Ponferradina. Ese es el proyecto: ganar el domingo. Y al siguiente. Y al siguiente. Día a día. Jornada a jornada en busca de un único objetivo: el ascenso. Con Popovic o con quien tenga que ser si los resultados, la razón que mueve el mundo en este Zaragoza, no mejoran de forma inmediata. Hasta hoy, a Ranko le ha salvado su buena sintonía personal con los principales, su cercanía y su predisposición. No le ha librado del despido su trabajo.

Su trabajo le ha puesto en dos situaciones de máximo riesgo de cese. La última, esta semana. La SAD duda. Dudar es desconfiar, desconfiar es no creer, no creer y no cambiar es una incoherencia. El Zaragoza aprecia a Popovic, pero recela de él como técnico. Duda y, por eso, contempla su salida. Duda lo que la mayoría: que sea el hombre idóneo para obtener los resultados necesarios, para subir. Que tiempo habrá para hacer un proyecto.