En este día tan señalado, cientos de miles de personas se visten de baturro para llevar flores a la Virgen del Pilar, según un ritual que don Antonio Beltrán, el profesor, importó desde Valencia allá por los Sesenta. De lo cual se desprende que un acto tan señalado no viene de hace siglos ni es original... y además sus connotaciones religiosas son evidentes. Pese a todo, atrae más gente que cualquier otra movilización social. Bien se ve que las señas de identidad pueden ser inventadas sobre la marcha, y en el caso aragonés o tienen que ver con la tradición cristiana o han sido elaboradas de una u otra forma por las autoridades de cada momento. Incluso la sublevación aquella que acabó con la decapitación del Justicia Lanuza se fraguó entre los más poderosos del Reino de Aragón. De la misma manera, la llamada a la guerra contra los franceses que derivó en los Sitios fue cosa de curas y nobles (¡ah!, pero cuando en 1823 entraron los Cien mil hijos de San Luis gabachos a poner fin al Trienio Constitucional y devolver a Fernando VII sus absolutas prerrogativas, nadie se canteó).

Aunque sea como un simple apunte antropológico, déjenme aprovechar el 12 de Octubre para resaltar que en la Tierra Noble no hay festejo popular en pueblos y ciudades que no honre vírgenes o santos (salvo, quizás, las recreaciones de la leyenda de Los Amantes que escenifican en Teruel) o se asiente sobre los mitos del catolicismo. El Pilar, San Lorenzo, el Ángel... ¿Y qué me dicen de esos tambores bajoaragoneses con los cuales nos presentamos al mundo en tantas ocasiones? Tambores... de Semana Santa.

En lo referente a la naturaleza oficial de nuestras propuestas (y protestas) políticas y sociales, les desafío a que me encuentren una gran manifestación por la autonomía o contra el trasvase que no haya estado presidida por las autoridades: desde Gómez de las Roces (cuando era presidente de la Diputación Provincial de Zaragoza en tiempos de Franco) hasta Marcelino Iglesias (cuando siendo presidente de la DGA halló en el Plan Hidrológico la mejor manera de confrontar a los aragoneses con el Gobierno de Aznar).

Pues nada... me voy p'al pabellón.