Los atentados de París han vuelto a recordar a los ciudadanos europeos que el terrorismo indiscriminado, cuyo objetivo es causar el mayor daño en el lugar más concurrido posible, no es patrimonio de mercados, escuelas y mezquitas lejanas de Asia o África. Es lógico que estemos inquietos, que sintamos temor. Sin embargo, ello no ha de nublar cuál debe ser nuestro comportamiento como miembros de una sociedad democrática. Nada puede servir de excusa para coartar las libertades y los derechos de todos. Hacer un uso responsable de las redes sociales; entender que los incómodos controles garantizan nuestra integridad en un campo de fútbol o un concierto, avisar ante indicios de algo irregular, sin caer en alarmismos, son medidas que nos ayudarán a afrontar estos tiempos de riesgo genérico. Todo ha de tener como gran objetivo preservar nuestra seguridad sin menoscabar la sociedad libre que tanto nos ha costado construir. A los terroristas no les dejaremos ganar esta batalla.