Hace un año, en las redes sociales se generó una multitudinaria campaña viral alentada por Michelle Obama y seguida por multitud de famosos con la etiqueta BringBackOurGirls para pedir la liberación de más de 200 colegialas secuestradas por Boko Haram en la localidad nigeriana de Chibok. Como tantas cosas en las redes, con la misma rapidez con que la emoción del momento disparó la multiplicación de mensajes, la campaña se desinfló. Doce meses después constatamos que nada sabemos del paradero de las jóvenes --ni siquiera si siguen con vida-- y descubrimos que no son solo aquellas muchachas las que han sido privadas de libertad por el grupo gansteril. Boko Haram ha secuestrado al menos a 2.000 mujeres y niñas en Nigeria desde principios del 2014. Y hay más. El rapto de niñas no es la única tragedia que afecta a la infancia en aquel país. Unicef nos explica que alrededor de 800.000 niños se han visto obligados a huir de sus hogares por el conflicto que en el país africano enfrenta al grupo terrorista con el Ejército regular y con grupos de autodefensa.

PÉRDIDA DE CONTROL

La paradoja de esta situación tan dramática es que ocurre en el país más grande y más rico de África, con una economía boyante gracias al petróleo y un PIB que supera al de Sudáfrica. Sin embargo, pese a los datos macroeconómicos positivos, el Gobierno ha perdido el control de una parte considerable del territorio, que ahora es el feudo del yihadismo delictivo de Boko Haram. Una fuerza conjunta de varios países vecinos ha sumado algunos éxitos en la lucha contra el terrorismo, pero es imprescindible que las autoridades de Abuya consideren prioritaria esta lucha y pongan todos los medios para llevarla a cabo. En ello va la estabilidad del país y de una parte de África. El cambio de Gobierno el próximo mes con la llegada al poder del exgeneral Buhari, ganador de las recientes elecciones, debería ser un punto de inflexión. La comunidad internacional debe involucrarse y contribuir a que, efectivamente, haya un cambio sobre el terreno. Y a los ciudadanos, además de tranquilizar nuestra conciencia con donativos a las oenegés comprometidas en esta lucha y alimentar nuestro ego con mensajes en las redes, nos corresponde no dejar que la liberación de las secuestradas caiga en el olvido hasta que la próxima alerta nos dé una sacudida.