«Para mí el 65-70% de la capacidad de un futbolista de élite es mental». Enrique Martín (Campanas, Navarra, 9-3-1956) no es el mismo en los últimos tiempos y no solo ha sido por los dos sustos que le dio su corazón, sino también porque, asegura, ahora trabaja mucho más el aspecto mental. «La temporada del ascenso con Osasuna ya inicié un camino diferente en cuanto a la gestión de grupos tras formarme en coaching. Fue una experiencia brutal. Puse una serie de herramientas y habilidades adquiridas, entrándole al jugador por otros apartados, más bien personales», afirma el técnico del Albacete, que tomó a primeros de octubre a un equipo en descenso y que ha logrado que sacara la cabeza del pozo con 4 victorias y 5 empates en 11 jornadas.

Dos sustos en el corazón

Ese ascenso con Osasuna en 2016 y con un equipo plagado de juventud y cantera fue todo un éxito que la directiva apenas le reconoció, como se vio en su posterior despido en Primera y tras solo 11 jornadas. «Consigues mucho potenciando esa capacidad mental en el fútbol y en la vida. Aumentas ese rendimiento. Por miedos y por los entornos que acojonan, hay muchos que rinden a un nivel muy inferior», asegura, para añadir: «Eso nos ayudó muchísimo en ese ascenso. Ganamos los 4 partidos de la promoción, eso me mostró que la mente de los jugadores es lo máximo. Esos días no hablamos ni de los contrarios ni casi de fútbol», relata.

Aquellos dos episodios con su salud, el 9 de mayo de 2015 con una angina de pecho y el 1 de octubre del 2016, cuando en un Osasuna-Las Palmas sufrió una urgencia hipertensiva, han influido en su cambio. «Por muy alto, guapo o joven que seas nunca sabes dónde te puede sorprender la vida. Siempre digo comamos ahora que ya veremos la cena. Y la vida me lo ha demostrado. Mi padre falleció con 91 años, se acostó y ya no se levantó. Tras lo que me pasó, pensé en verme desde esa otra óptica aprendida y, a pesar de los chispazos, mi desgaste es la mitad de la mitad. Procuro regular las emociones y lo logro. Me faltan los 10 últimos minutos del partido, ahí me disparo».

A Martín se le ve como un técnico de carácter capaz de transmitir a sus equipos, como ha hecho en el Albacete, su pasión y su empuje: «Me gusta que se me identifique así. Con los años me di cuenta de que un entrenador tiene que ser motivador y buen gestor de grupos, sobre todo eso».

La otra etiqueta que se le coloca es la de ser un técnico que apuesta por los jóvenes: «Eso es algo innato, lo he vivido y lo he mamado. Es muy gratificante dar una oportunidad a un chico y ver cómo saca todo», dice con pasión el entrenador navarro, que tiene en Osasuna su casa. Jugó solo allí como delantero 9 cursos. Empezó en el banquillo en el filial, dirigió al primer equipo y, tras pasar por Burgos, Leganés, Terrassa, Xerez y Numancia, volvió a Osasuna al filial para ser después director del fútbol base y, en mayo del 2015, coger al primer equipo rozando la Segunda B. Lo salvó y lo subió a Primera, pero se fue en noviembre del 2016 por la puerta de atrás.

¿Cree Martín que el fútbol y Osasuna fueron desagradecidos con él? «Sí, claro. Cuando te siguen, en alguna curva te pillan. Nada fue inesperado. Ahora en Albacete estoy feliz por sentirme valorado, algo que en mi casa no fue tan maravilloso. Solo por parte de la afición fue sensacional, a nivel de club y directiva cada uno tiene su conciencia e irá con su penitencia». Esa espina quiere sacársela con su regreso al Sadar. «Dentro de 4 años habrá elecciones en Osasuna. La idea la tengo ya prefabricada de lo que a mí me gustaría que fuera ese club».

Mientras llega eso, el técnico disfruta en el banquillo. «Si Heynckes con 72 años acaba de coger el Bayern, a mí me queda un recorrido de la leche. La gente me puede ganar a juventud, pero a ilusión, no». Y les pide a sus jugadores, que no piensen mucho. Él predica con el ejemplo. «Es que el 80% de los pensamientos son negativos, A mí se me lesiona un futbolista y pongo otro, no le doy vueltas. Cuando era jugador, contra Madrid y Barça nos decían ‘salid y disfrutad’. Y el 90% de veces jugabas muy bien, salías como un niño. Y si te tocaba un rival de tu Liga te ganaba porque pensabas mucho, te autopresionabas».

Esa autopresión es lo que ve Martín en el Zaragoza, al que ha visitado mucho en los últimos años, pero ahora la distancia se lo impide. «Tengo buena amistad con Carlos Iribarren, con Cuartero, con Morgado, con Ángel Martín cuando estaba…», explica, para dar su visión de la realidad zaragocista: «No es sencillo el reflotar un club así y el Zaragoza tiene una historia importante, con títulos, con un peso exterior añadido. Sería bueno que eso se evaporara, aunque no digo perderlo, por un tiempo y que no pesara tanto, porque es un lastre inconsciente. Cuando la gente se libere un poco de lo que ha sido el Zaragoza y se centre en la realidad pura y dura fluirán muchas cosas más. Eso le ha pasado factura. La historia hay que saber manejarla y no es fácil».