El Real Zaragoza, con Agapito Iglesias al frente, ha llegado a un punto de imposible retorno. No hay mañana para el club bajo esa nube ácida del empresario soriano que ha destruido toda fertilidad futura. Este lunes es, probablemente y a medio digerir el veneno del descenso, el más negro en la historia de la institución. Porque ha habido otros dramas deportivos en la vida de la entidad, pero ninguno con esta silueta de invisible solución inmediata. El regreso a Primera División se asumió y ejecutó siempre como un viaje desagradable pero corto, superado por la obligación de compensar a la afición y en correspondencia al brillo de la biografía zaragocista. En esta ocasión, ese retorno se observa detrás de los barrotes de una economía y espíritu empobrecidos que podrían suponer varios años de condena. La celda construida por Agapito Iglesias tiene demasiados candados y ninguna llave a la vista.

No merece este castigo el Real Zaragoza, que alcanza categoría de mortificación cuando se contempla que el grueso de las acciones van a continuar en las mismas manos. Agapito dispone de la propiedad pero no ha podido comprar ni, lo más grave, comprender el señorío de este club, un valor que intentan salvaguardar la afición y algunos zaragocistas queridos y respetados, entre ellos Jesús García Sanjuán. El exjugador, con una vehemencia entrañable, directa y sincera y un conocimiento profundo del significado pasado y presente del club, se ha posicionado sin caretas ni escudos protectores en esa primera línea abierta por los movimientos sociales para que Agapito venda, para que Agapito se vaya lo antes posible.

En vena

Jesús García Sanjuán, aragonés y zaragozano, con el zaragocismo más puro en vena, no debe nada a nadie y, por lo tanto, dispone de la libertad de opinión que otros amordazan o sujetan por las riendas del qué dirán. Se le ha visto en la organización o al frente de las movilizaciones sin más ánimo de protagonismo que el que le corresponde por derecho como canterano, internacional en todas las categorías inferiores, y campeón de Copa y de la Recopa. La hinchada le aprecia tanto por su proximidad que en la manifestación del sábado se vieron muchas octavillas con esta leyenda: "Todos somos Gª Sanjuán". Vencieron por goleada en las que se podía leer "Zaragoza sí, Agapito no", que esa es la cuestión principal.

Jesús no pretende ser William Wallace, pero tiene ese punto de rebeldía escocesa bajo par, ese compromiso de lucha por defender su independencia y la nobleza y el señorío del Real Zaragoza frente a quien le importa un comino. Sí, todos deberíamos ser García Sanjuán, zaragocista de pura cepa.