Llegaba el Zaragoza a Almería hecho un pincel y se marchó convertido en un adefesio. El equipo aragonés afeó de lo lindo la imagen que venía ofreciendo hasta ahora a base de tiros en el pie que le dejaron hecho unos zorros y que, a la postre, provocaron su muerte desangrado. Se empeñó en perder y perdió. Aunque quizá no lo mereció, pero todo el mundo sabe a estas alturas que los regalos se pagan caro en esta categoría. A veces con la vida. No ganó el Almería, no. Sucumbió el Zaragoza ofreciendo un derroche de inseguridad cuando la fiabilidad era una de sus mejores cualidades. Por eso, por inesperado, el mazazo fue tremendo.

Hasta que Grippo decidió otorgar el primer presente al adversario, el Zaragoza se había comportado como un equipo serio. Sin alardes, pero capaz. Daba la impresión de que el guion del encuentro subrayaba en rojo la necesidad de cocinarlo a fuego lento. Quizá demasiado. El Almería huía de la presión alta de los aragoneses a base de balones largos desde la línea defensiva y, a través de un 4-4-2 con las líneas muy juntas, dejaba el balón a un Zaragoza al que le faltaba fluidez y dinamismo. Como si fuera consciente de que su momento iba a llegar y de que la victoria era una cuestión de paciencia.

Desde la banda, Idiakez ordenaba continuos intercambios de banda entre Marc Gual y Álvaro, el primero en probar a un nervioso René, que a punto estuvo de marcar en propia puerta en un fallido despeje. Pero fue Gual quien gozó de las mejores ocasiones para adelantar al Zaragoza con dos ocasiones casi consecutivas rebasada la media hora. En la primera, su atinado zurdazo desde fuera del área se fue muy cerca del poste derecho del marco andaluz, pero la más clara fue la segunda. Una buena combinación entre Zapater y Benito acabó con la incursión del lateral hasta línea de fondo. Su pase de la muerte dejó el balón franco en la bota derecha de Gual, que, sin embargo, no acertó a rematar. Al delantero zaragocista se le nubló la mente en el peor momento.

Del Almería apenas había noticias en ataque más allá de varias protestas por supuestos penaltis. Ninguno de ellos lo fue. Solo Eteki probó desde lejos a Cristian, que atajó el peligro sin mayores sobresaltos.

De nuevo, los problemas vinieron tras el descanso, algo que se está convirtiendo en una tónica demasiado habitual. Y peligrosa. Solo en Oviedo el Zaragoza no sufrió un bajón en la reanudación. En Almería también sucedió. Ya por entonces, Igbekeme se había quedado en el vestuario con problemas físicos. El nigeriano había completado su peor actuacion como zaragocista tal vez demasiado mermado por los 90 minutos que disputó el miércoles en Copa. Idiakez recurrió a Buff en busca de pase, frescura, fluidez y dinamismo.

Con el suizo, el Zaragoza ganaba arriba pero perdía en intensidad defensiva y el Almería no tardó en percatarse de ello. Rioja perdonó el primero antes del cuarto de hora al ejecutar mal un disparo franco a escasos metros de Cristian. El regalo, sin embargo, no sacudió al Zaragoza de su letargo, así que Idiakez puso en escena a Papu, agitador por excelencia, consciente de que el partido no se podía escapar. Respondió Fran Fernández con la irrupción de Chema, que sí ejerció de revulsivo. El futbolista, procedente del filial, impartió un recital de entusiasmo desde que accedió al terreno de juego y lo contagió al resto de sus compañeros. El Zaragoza no parecía inquietarse demasiado.

Pero entonces llegó la pifia de Grippo, al que Álvaro le robó la cartera y los donuts. El suizo tiró de parsimonia en el control con el delantero almeriense a apenas unos centímetros y, a pesar de que Cristian había evitado el gol en primera instancia, su rechace golpeó en el defensa zaragocista, doblemente desgraciado. Primer mazazo.

Era la primera vez que el conjunto aragonés se veía por detrás en el marcador, lo que ponía a prueba su capacidad de reacción. Y respondió bien. Lasure devolvió las tablas apenas tres minutos al culminar un gran servicio de Pombo. Quedaba mucho. Idiakez dispuso un 4-2-3-1 y optó, esta vez, por mantener en el campo a un errático Álvaro, pero el Zaragoza no se fue a por el partido. Sí lo hizo el Almería, pero obligado por los golosos regalos de su oponente. Primero fue una pérdida de Buff que acabó en las botas de Chema. Su servicio a Álvaro era medio gol, pero el delantero falló con todo a su favor. Papu, siempre equivocado, hacía la guerra por su cuenta a base de diagonales. En una de ellas se recreó demasiado y su pérdida propició una contra que Corpas convirtió en el gol del triunfo del Almería. Segundo mazazo. Este fue mortal. Suicidio consumado.