En medio de un aluvión de críticas por la falta de gol, aún más, por la falta de delanteros, dirigidas puntualmente hacia Narcís Juliá, los dos puntas del equipo respondieron con tres goles. Un hecho poco habitual en este Real Zaragoza, que no hacía tres desde las dos primeras y lejanas jornadas de Liga, al que le había costado un mundo marcar en un mes de secano en el que solo Cani había visto puerta en los últimos cuatro partidos. Tuvo que ser bajo la lluvia de El Alcoraz y sintiéndose contra las cuerdas tras el tanto de Borja Lázaro cuando se desató la tormenta goleadora del Zaragoza. Dongou por partida doble y Ángel dieron al fin una alegría al zaragocismo.

El francés empató siete minutos después de que Borja Lázaro rematara solo en el segundo palo, aprovechando un regalo de Herrera. El guardameta tocó un centro lateral de Cabrera para dejar el balón manso casi sobre la línea de gol, donde estaba Dongou para cazarlo. Entonces vino el cambio de sistema, el dominio del Zaragoza y el gol de Ángel en el 72, un buen golpeo con la izquierda desde la frontal tras un centro de Xumetra. Dongou culminó la remontada cinco minutos después, rematando desde el lateral del área pequeña una buena acción ofensiva del Zaragoza tras robar el balón arriba.

Y eso que no parecía el partido para Dongou, sobre todo después de una primera parte en la que apenas participó en un juego de pelotazo largo y posesiones cortas que dominó el Huesca. En cambio todos los partidos son para Ángel, que lo mismo pelea en seco que en mojado, que está siempre aunque a veces parece que no vaya a marcar nunca. Ayer sí lo hizo, lo hicieron los dos, culminando una segunda mitad, una media hora larga más bien, en la que por fin el Real Zaragoza quiso, fue a por el partido y, lo más importante, supo cómo ganarlo.

Supo hacerlo el Real Zaragoza y se equivocó el Huesca, que fue a por más aun cuando ya había marcado, que adelantó temerariamente una defensa poco segura lejos de un guardameta aún menos fiable, que empezó a meter más gente de ataque y perdió todo el control que había tenido hasta entonces. Pasó a las botas de un Zaragoza mejor plantado, que cambió de sistema para darle la vuelta al partido.

Inmediatamente después del empate, Raúl Agné dio entrada a Edu García por Feltscher, dejando una línea de tres centrales con Cabrera, Marcelo Silva y Valentín con Edu García y Xumetra como carrileros. Fue el impulso definitivo que necesitaba el Zaragoza, que a partir de entonces gobernó el duelo y se aprovechó de las debilidades locales. El equipo de Agné jugó en campo contrario y, con más presencia y más llegada al área, anotaron sus dos goleadores. Dos delanteros parecen pocos pero ayer fueron suficientes.