Opinión | TERCERA PÁGINA

Estampas y estampitas

Tenemos a una dama ignorada que gasta palabras recias, propias de maromo y caspa

Abres el periódico y te salta casi a las retinas un tal Membrilla, profesor de instituto, que dejó escrita una burla llamando «memez histérica» a la memoria histórica. Y va luego la vida y algún cuñao mandamás lo pone de jefe del Patronato Federico García Lorca. La sobrina del poeta, Laura García Lorca, se da de baja inmediatamente de su puesto en la Fundación por causa del nombramiento y sin hacer más declaraciones; se monta el lío y el interfecto se apresura a esconder el eructo y borrarlo de su lodazal tuitero, no fuera a ser lo que ha sido, que se esfume la bicoca por su afán de hacer gracietas, que seguro que se celebran entre su fiel infantería sin complejos, como les gusta decir.

Aquí tuvimos también, y tenemos, a una dama ignorada que gastaba palabras recias, propias de maromo y caspa para insultar a una mujer que era ministra, porque a ella no se le ponía nada por delante para su libertad de expresión. Que la ministra lo era por arrodillarse, o algo así escribió en su lodazal de Twitter, en el que hozaba con sus ocurrencias de cabo furriel antiguo. Hasta que fue nominada presidenta de las Cortes aragonesas y lo mismo que don Membrilla; escondió rauda la patita de su valentía expresiva, no fuera a ser que se le jodiera el nombramiento. Fue ver el coche oficial, con su chofercito y su canesú y su nómina mensual, y ahí la tienes, recibiendo inmaculada los honores ganados en una larga y meritoria carrera profesional que el mundo ignoraba por completo hasta que se arrimó donde había que arrimarse.

Otra esquina de la actualidad la ocupa bajo palio el nuevo presidente de la así llamada Conferencia Episcopal, que, al parecer, pertenece a la secta conservadora de la grey de obispos y arzobispos electores del cotarro. El prenda, nuevo capitoste de la internacional celeste, es tenido por negacionista en relación con los miles y miles casos de abusos y violaciones perpetrados por la parte más podrida de la clerigalla en sus sesiones de solaz y esparcimiento con menores. O sea, que al parecer, el obispo Argüello, futuro jefe de la cosa, ha ido poniendo pegas a los informes contrastados del diario El País, por ejemplo, con la vaina de que igual no ha sido para tanto. El sabrá lo que habla con su dios y lo que se dirán el uno al otro para negar tales repugnancias.

En otro lugar de España de cuyo nombre no quiero ni acordarme, otra clerigalla de patrulla, esta vez de infantería eclesiástica, brinda por la mala salud de su jefe máximo: el Papa, que le dicen, con el deseo de que vaya pronto al cielo. Esa entraña tienen estos sacerdotes en cuestión: piedad y amor irán repartiendo en su sacerdocio, seguro. Leer tales cosas de esta poderosa internacional del alma es una práctica casi estupefaciente, pero ahí están, recibiendo y educando a gran parte de las juventudes del reino, a tanto el mes, y con cargo al presupuesto de creyentes y no creyentes. La juerga la pagamos todos, o sea. Y las clases medias todas con flores a María, que si llevas a los hijos a la secta elegida seguro que te sale jefe de algo en el futuro, no como en la pública, que está llena de negros y de todos los demás colores. Luego, además y según las malas lenguas, igual te apañan la nota para la selectividad, que interesa mucho el tanto por ciento de listos y tontos y se dice que dios aprieta pero no ahoga –y si ahoga será a los otros, digo yo.

Y acaba la verbena –hay más, pero no cabe aquí, ya irá saliendo si nos dejan– con lo del tal Koldo, el escudero de don Ábalos, con todas las puntillas mugrientas que le van saliendo al asunto; sus marisquerías, sus pagos en papel moneda –hombre, a ver si me cobras y así me cambias, que no llevo nada suelto; pon todo, las gambas y los otros bichos, las copas y el vino, y los cubatas, aquí tienes dos de quinientos, como si son tres–. Desde Lázaro de Tormes, que le robaba las uvas al ciego por hambre, no dejamos de perfeccionar el I+D+i de la picaresca y el trinque en este glorioso reino unido de todas las Españas. Vamos ya por millones, y lo mismo hacemos caja en reuniones en marisquerías que en meubles o en palcos de toros y furbo. Sólo se libran las bibliotecas, al parecer los libros les dan grima. Como el ajo al vampiro, dijéramos. Y es que ni el mismo Goya imaginó que seguiríamos con estos frescos, pintados con el añejo cromatismo de la misma mierda. Menos mal que nos queda don Page primero de Castilla la Mancha, reserva espiritual de occidente y del más excelso y genuino atascaburras, que sigue calentando por si hubiera que sacrificarse y salvar otra vez a la unidad de España. El tendido siete de la piel de toro pediría, seguro, la oreja de antemano para el reputado diestro. ¡Qué coño la oreja, la piel de toro entera! Socorro.

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