Opinión | editorial

Una campaña en prosa

Una campaña electoral es, o debería ser, una conversación en la plaza pública, el ágora de la democracia, para que los partidos expliquen sus propuestas, las debatan entre sí y los ciudadanos dispongan de los elementos de criterio para ejercer su voto. He aquí el deseable marco de referencia de la campaña de las elecciones catalanas del 12M que ahora se abre. Es evidente que el clima político, marcado por los años del procés y el contraprocés, de la politización de la justicia y la judicialización de la política, del debate identitario –de un signo y de otro– sobre qué somos en detrimento de qué proponemos, contamina la cita electoral catalana.

Es de esperar, sin embargo, que por lo menos las incógnitas abiertas en la política española, por la decisión de Pedro Sánchez de dejar a todo el país en vilo, se despejen cuanto antes y permitan que la campaña catalana pueda sustraerse tanto de los factores emocionales como de la «máquina del fango», según la expresión de Umberto Eco esgrimida por el presidente.

Es evidente, más allá del deteriorado clima político español, que las campañas electorales sirven a menudo para desplegar los excesos épicos que sustentan a algunos de sus protagonistas y tapar así el déficit programático con el que concurren. Ya en la década de los años 80, mucho antes de la emergencia de las redes sociales, un gobernador demócrata de Nueva York acuñó una cita aún vigente: «Haces campaña en poesía pero gobiernas en prosa».

Desde esta óptica, aunque los distintos partidos y sus asesores electorales prefieran recrearse en la poesía, es preciso centrarse en la prosa de la política, en la gestión cotidiana. En política, en definitiva, entendida como el arte de conjugar el interés general con los intereses particulares. Si este debería ser siempre el núcleo de toda campaña electoral, en el caso de Cataluña la exigencia es aún mayor: en la última década se han desperdiciado demasiadas energías en debatir sobre el programa máximo, la llamada utopía disponible (y solo la de unos), en detrimento de los programas concretos y de las propuestas de futuro.

Se ha hablado también más de las cosas de la política que de la política de las cosas. Se dirán muchas cosas en la campaña, pero lo relevante será intentar incidir en los temas clave. El primero de ellos, la sequía, el cambio climático y la transición energética. Está en juego el crecimiento sostenible. El segundo tema es la educación, es decir, la cuna donde crece y se forma la ciudadanía del futuro. El tercer capítulo es el de la financiación y la fiscalidad. Y se hablará también sobre cómo corregir el déficit en infraestructuras, de la vivienda y derechos sociales, del impulso de la cultura, en todos sus formatos, y el estado de la lengua. En definitiva, se trata de abordar una campaña en prosa, negro sobre blanco.

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