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El crimen del amante y el error de un policía asesino que le llevó a la cárcel

Martínez Falero, un agente destinado en Zaragoza que viajó a Valladolid en 2011 para matar al marido de su novia

Martínez Falero, un agente destinado en Zaragoza que viajó a Valladolid en 2011 para matar al marido de su novia

Martínez Falero, un agente destinado en Zaragoza que viajó a Valladolid en 2011 para matar al marido de su novia / EL PERIÓDICO

No hay crimen perfecto ni cuando lo comete alguien que por su formación podría conocer cómo se investigan los asesinatos. José Manuel Martínez Falero era policía nacional cuando en noviembre de 2011 protagonizó el crimen del amante. Viajó desde Zaragoza a Valladolid para matar al marido de la que había sido el amor de su vida. Acabó arrestado en su lugar de trabajo, en la comisaría Delicias, después de los errores que cometió. Imperdonables para él. Cumple una condena de 18 años de prisión, pese a que él siempre sostuvo que es inocente. «Yo no le maté, le consideraba una buena persona», afirmó.

La víctima de esta historia fue Rufino Arnanz, de 54 años. Este hombre se iba a trabajar poco antes de las 08.00 horas cuando fue abordado por detrás. Dos certeras puñaladas a la altura del corazón acabaron con su vida junto al coche que había estacionado en la vallisoletana calle de Nicasio Pérez en la que residía. El sospechoso le arrebató, cubierto con una braga y una bufanda, la riñonera que llevaba encima, simulando así un robo.

Por el modus operandi fue la primera hipótesis que barajó el Grupo de Homicidios de la Policía Nacional en Valladolid. Sin embargo, cuando los agentes analizaron en profundidad la vida personal de la víctima y de su esposa pronto apareció un nombre, el del hombre de 57 años que acabó en el banquillo de los acusados por asesinato. Vieron ahí un triángulo amoroso que llevó a arrestar a este agente en julio de 2012.

Todo se remonta a dos años antes de esta muerte violenta. Martínez Falero volvió a tener contacto con la mujer de Rufino, con quien había mantenido un noviazgo de adolescencia. Fue por las redes sociales, iniciándose una nueva relación sentimental que la víctima intentó impedir en repetidas ocasiones, la última días antes del fatal desenlace. De hecho, lo que había empezado a espaldas de sus respectivas parejas acabó en numerosos enfrentamientos con cruces de llamadas y correos electrónicos amenazantes entre Arnanz y Martínez Falero, quien se acababa de divorciar.

Pero llegó aquel 21 de noviembre y pese a haber trabajado el día anterior como refuerzo de seguridad en el colegio electoral, el policía recorrió los 365 kilómetros que separan la capital aragonesa de Valladolid y cometió el crimen. El encausado explicó en el juicio que se presentó aquella fría mañana con la intención de hablar con su amante, pero que tuvo que posponer el encuentro hasta la tarde. Quería cortarla porque se había dado cuenta de que la relación reiniciada era «tóxica y destructiva», a pesar de que, tal y como declaró: «Habíamos empezado una relación de amistad. Luego fue a más y pensamos en divorciarnos los dos de nuestras parejas». Llegó a decir que él no estaba obsesionado, que era ella que no paraba de enviarle fotos eróticas.

En ese espacio de tiempo, el agente sostuvo que desayunó en un bar y se dio una vuelta por las inmediaciones del domicilio de ella hasta que vislumbró a lo lejos un dispositivo policial apostado junto al vehículo, con la puerta del copiloto abierta, que compartían su amante y el marido de este. «Vi que estaba fuera de lugar, pensé que algo había ocurrido a Rufino y decidí marcharme», explicó un frío y desafiante Martínez Falero.

Una versión que dio ante los miembros del jurado que acabaron firmando un veredicto de culpabilidad. No tuvo otra que decir que estuvo en la capital del Pisuerga. Sus compañeros del Cuerpo Nacional de Policía le habían pillado su primer error. A las 8.25 horas fue fotografiado por un radar de la Guardia Civil circulando a 138 kilómetros por hora a la altura de Tudela de Duero por la A-11. Es decir, a 16 kilómetros del lugar del crimen. Había ido con su coche a cometer un asesinato y había sido cazado con exceso de velocidad.

Segundo error

Pronto vino su segundo error. Aunque había apagado su teléfono móvil la noche anterior al viaje para evitar que los posicionamientos de las antenas de telecomunicación le localizaran allí, el mismo día del asesinato lo conectara sobre las 9.20 horas a la altura de Aranda de Duero cuando regresaba a Zaragoza. Y eso que incluso empleaba un número virtual con el que ocultaba su propio teléfono.

Pero antes de esta huida apresurada y poco calculada unos testigos del crimen llegaron a afirmar que el autor, al que no habían podido ver, cojeaba. Curiosamente, acudió a una clínica privada de Zaragoza por un fuerte dolor en la rodilla. Acabó siendo operado en la madrugada del 22 de noviembre la rotura de la rótula.

Los efectos de la anestesia tampoco ayudaron y así lo hicieron saber las acusaciones, quienes destacaron que el agente balbuceó: «¡Rufino, Rufino, me he arruinado la vida, no sé lo que he hecho con mi vida, me voy a quitar la vida!». Durante el juicio negó la mayor y aseguró que el problema en la pierna era previo al crimen, que fue un accidente doméstico al salir de la ducha y que no se lo notó en el camino a Valladolid porque su coche era automático.

"Cuando le dije que había desaprovechado su oportunidad y le insistí en que quería recuperar mi matrimonio, me contestó que ya sabía lo que tenía que hacer"

Quienes sospecharon que detrás del crimen de Arranz estaba Martínez Falero fueron los hijos de la víctima. Ese mismo día, uno de ellos se lo comentó a la madre, si bien «lo intentó negar», además de pedirle que confesara a la Policía su relación sentimental con el ahora condenado. Ante los miembros del tribunal popular, el hijo hizo referencia a la fuerte discusión que mantuvieron sus padres en la noche del 15 de noviembre, una vez que su padre descubrió que su madre utilizaba a escondidas un teléfono para comunicarse con José Manuel Martínez, así como la posterior conversación telefónica que esa misma noche sostuvieron con el acusado, asegurando que su padre llegó a decirle que, «si era tan valiente», viniera a buscarla. La mujer de la víctima y amante del agente policial reconoció que Martínez Falero se puso en contacto al día siguiente de esa discusión, diciéndole que se fuera con él. «Cuando le dije que había desaprovechado su oportunidad y le insistí en que quería recuperar mi matrimonio, me contestó que ya sabía lo que tenía que hacer», recordó.

Todo ello llevó al jefe del Grupo de Homicidios de Valladolid, a asegurar que «no tenía la más mínima duda» de la autoría y que era «imposible» cuadrar la versión de Martínez Falero con la hora a la que tomó la fotografía el radar y sí con el lugar donde le situaban los testigos. Todo desembocó en una condena de 18 años que su abogada, Olga Oseira, llegó a recurrir ante el Supremo, si bien este tribunal la ratificó. Ahora este policía se encuentra cumpliendo condena en prisión.