Dicen que el turolense Victorio Oliver Domingo ha sido considerado en Alicante un obispo "querido" y "que ha dejado huella". Y de allí ha salido jubilado y motorizado, gracias al espectacular regalo de despedida que le brindaron los feligreses de su diócesis. Tanto era el cariño que le profesaban que decidieron asegurarse de que el sacerdote pudiera volver a visitarles desde Zaragoza cuando deseara. Y, gracias a que cientos de fieles pusieron dinero para el bote, le pudieron comprar un Renault Scenic equipado hasta con manos libres para que pudiera hablar por el móvil sin infringir las leyes terrenales.

Todo empezó con el deseo de "entregarle un detalle" como regalo de despedida antes de que Oliver regresara a Zaragoza, según explican fuentes de la diócesis. Pero, desde que se puso en marcha la iniciativa, "cientos de parroquias, comerciantes, feligreses y sacerdotes" se sumaron a la iniciativa. Con los 20.000 euros que reunieron, decidieron motorizar al ya obispo emérito, que pidió la renuncia voluntaria a Roma al cumplir los 75 años, este 2005. "Y con lo que sobró del coche, incluso pudieron instalarle un manos libres, para equipar su vehículo con la última tecnología".

Nacido en Mezquita de Jarque, en Teruel, el 23 de diciembre de 1929, Oliver ejerció como profesor y prefecto de disciplina en el Seminario Mayor de la capital de esta provincia y canónigo de su catedral, donde recibió la ordenación episcopal en 1972. Fue obispo de Tarazona, del 76 al 81 y, después, pasó 15 años ocupando este mismo cargo en Albacete, hasta su traslado a la diócesis de Orihuela-Alicante el 22 de febrero de 1996.

"Es un hombre muy humano, espontáneo y que ha llegado al corazón de muchas personas, ya sean de derechas o de izquierdas", explicaban ayer los responsables de este obispado. "Sin duda, son muchos los que van a echarle de menos, ahora que se va a afincar en Zaragoza".

Esta tarde, Oliver cederá definitivamente el testigo al nuevo obispo, Rafael Palmero. El cambio se hará oficial en un peculiar acto, repleto de simbolismos, en el que no faltarán las salvas, las frases evangélicas y la presencia de una mula, de la que descenderá el nuevo prelado y a la que nada tiene que envidiar como vehículo el nuevo Scenic de un turolense que deja su antigua diócesis para ser el rey de la carretera.