Un asesino respiró tranquilo la pasada medianoche. O se removió en su tumba. Quién sabe. Es el criminal que mató a la joven Mercedes Lázaro Sanmartín en el garaje del número 7-9 de la calle Fueros de Aragón de Zaragoza, en el que residía, la noche del 4 al 5 de marzo de 1992.

El crimen quedó definitivamente impune anoche al haber pasado veinte años sin que las fuerzas de seguridad hayan logrado identificar al asesino y detenerlo. El Código Penal establece que los delitos castigados con penas superiores a los quince años de prisión prescriben a los veinte años. Este era uno de ellos.

De haber sido localizado, el autor de crimen se habría enfrentado a peticiones de condena de más de veinte años de prisión, ya que al cargo de asesinato se le uniría otro de robo y, probablemente, uno más de allanamiento de morada. Nunca será juzgado.

El cadáver de la muchacha, de 25 años, lo encontró la Policía en un rincón del garaje del bloque en el que residía con sus padres.

Ese año la Cincomarzada caía en jueves, y sus padres habían decidido acercarse al pueblo de Teruel del que procedían. Al levantarse, antes de las ocho, les extrañó que Mercedes no durmiera en su habitación. Su sorpresa aumentó al ver que su Renault 5 estaba en su plaza de garaje.

LLAMADA Los padres de Mercedes, con los que también vivía otro hijo de 21 años, decidieron llamar a la Policía, a cuyos agentes les explicaron la desaparición y la extrañeza que les causaba. Mercedes, una llamativa joven rubia, alta y de ojos azules que trabajaba en el Departamento de Industria de la DGA, no solía trasnochar.

La tarde-noche anterior había estado con varias amigas y el novio de una de ellas tomando unas copas. Se retiró pronto, tras llevar a otra de las chicas del grupo a su casa para dirigirse a la suya, a la que nunca llegaría.

La Policía halló su cadáver en la plaza de garaje número 37 del edificio, en una de las esquinas de la planta, hasta donde fue arrastrada por el asesino tras acabar con su vida. Murió asfixiada y su cuerpo y sus ropas mostraban algunos signos de violencia, como moratones en el cuello y rasgaduras en las medias. Sin embargo, no había ningún rastro de agresión sexual.

MÓVILES Varios datos llamaron la atención de los investigadores: el crimen no había tenido un móvil sexual. Y el criminal tampoco había actuado con una motivación económica: se llevó el bolso y los zapatos de la víctima, además de una carpeta con apuntes, pero no le quitó las joyas que llevaba encima. ¿Qué fue lo que llevó a alguien a acabar con la vida de Mercedes? Para los investigadores resultó imposible descubrirlo, pese al esfuerzo que dedicaron a intentar resolver el caso.

El asesino se esfumó sin dejar ningún rastro que permitiera incriminarlo. Pudo salir por su pie por la puerta del garaje, cuyas llaves estaban en el bolso.

La autopsia situó el fallecimiento de la chica entre las 23.00 y las 23.30 horas del 4 de marzo de 1992. Mercedes murió por asfixia. El asesino, al que opuso resistencia --llevaba heridas de defensa--, le tapó la boca y la nariz de tal manera que le quitó la vida en una agresión en la que nunca quedó claro si el estado de pánico que le causaría el ataque pudo acelerar la anoxia que la mató.

Dos años antes, el 5 de marzo del 2010, prescribió por la amnesia de los testigos el otro crimen de la Cincomarzada, la muerte a navajazos de un repartidor de cervezas en plena fiesta en el parque del Tío Jorge en 1990.