Han ganado terreno al Mar del Norte construyendo diques o 'pólders' ante la presión de alemanes e ingleses. Han abierto rutas comerciales con la Compañía Oriental de las Indias. Han establecido delegaciones comerciales en zonas costeras de medio mundo... La historia demuestra que allá donde hay agua, un holandés prospera. Y a orillas del Ebro, rodeada de zonas áridas, a más de 1.500 kilómetros del verde de los Países Bajos, una pequeña comunidad de holandeses ha encontrado su lugar en el mundo.

Disfrutan de las bondades del clima y de las costumbres sureñas sin olvidar el rigor y la seriedad en el trabajo de las gentes del norte. Como tampoco orillan la tarea de conservar los vínculos con su propia historia.

Ese es uno de los principales objetivos que llevaron a Menno Overvelde junto a otros compatriotas a fundar en 2006 la Asociación de Holanda en Zaragoza: "Creemos que es importante mantener nuestra cultura entre las familias que residimos aquí. Sobre todo por los niños". Se trata de un colectivo de más de 200 personas, 376 en todo Aragón (según los datos del padrón a 1 de enero de 2013) que frecuenta las actividades lúdicas y las reuniones sociales a lo largo del año. "Solemos acudir al Bull McCabe's. Es el local con el ambiente más internacional de Zaragoza y el primer sitio al que fui cuando llegué aquí y no conocía a nadie". El blog meetingpunt.nl y una página propia en Facebook dan cuenta de todas sus actividades.

Dos citas destacan por encima de todas: una, a finales de abril, para celebrar hasta el año pasado el cumpleaños de la reina madre y, desde este año, el próximo 26 de abril, el Koningsdag o cumpleaños del rey Guillermo Alejandro. "Amsterdam se colapsa de gente. Todo el mundo quiere estar allí y llega un momento en el que ya no se puede acceder", comenta Overvelde. Los holandeses de Zaragoza también salen a la calle a celebrarlo ataviados con su color naranja y degustan las 'bitterballen' (croquetas de carne o queso) y la famosa Pindakaas (mantequilla de cacahuete, "que los niños toman como aquí el Colacao"). La otra festividad señalada en rojo es el 5 de diciembre, fecha de la llegada de Sinterklaas o San Nicolás, un orondo obispo español de barbas blancas que llega con regalos para los niños a bordo de un barco de vapor procedente de Madrid. En realidad, el religioso llega a los Países Bajos sobre el 18 de noviembre. Los más pequeños dejan zanahorias en sus zapatos o calcetines para su caballo y los mayores esperan con ansia ese día porque comienzan las rebajas. "La festividad coindide aquí con el puente de la Constitución y recreamos el ambiente de allí", recuerda.

Una de las últimas reuniones, sin embargo, no fue por un motivo alegre. El pasado mes de enero falleció Jean Paul Bastiaans, uno de los miembros más activos de la asociación y que, además, era cónsul honorario de Eslovaquia en Zaragoza.

Los holandeses han tejido una red social: "Nos conocemos todos. Hacemos networkig. Sabemos a quién acudir. Hay recién llegados y otros que llevan aquí muchos años", cuenta Menno. En este último periodo han notado cómo alguna familia se ha vuelto a Holanda en busca de la prosperidad aquí desaparecida. Allí crecen los descontentos con la Unión Europea. Holanda, parte de la locomotora económica del continente, se cuestiona las ventajas de seguir aportando dinero para sus vecinos poco cumplidores del sur.