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Sala de máquinas

La necesaria catarsis de un sistema podrido

La película Justi&Cia, del director aragonés Ignacio Estaregui, toca un tema de plena actualidad; el de la corrupción, más el abismo que en España se ha abierto entre las clases sociales más privilegiadas y las menos favorecidas.

La cinta, realizada sin el menor privilegio, con muy poco presupuesto y mucha imaginación e ilusión, discurre por el mismo interior de la circulación venosa de un cuerpo social, el de nuestro país, enturbiado por los escándalos y las decepciones.

Un minero en paro, representado por el actor Hovik Keuchkerian, ingeniará una manera muy particular y seguramente metafórica de impartir justicia. Su ira se dirigirá contra uno de esos alcaldes que abusan de su poder, papel encarnado con brillantez por el actor Jaime García Machín, quien es, además, uno de los productores de la cinta.

La película, muy digna técnicamente, con buenos diálogos, propone asimismo admirar el trabajo, el último, por desgracia, del malogrado Álex Angulo, e invita a pensar en la España real, la de los necesitados, los desorientados, los parados, los jóvenes sin empleo o en tantas personas mayores abandonadas a su suerte por un sistema que no premia tanto el sacrificio como el oportunismo y la picaresca.

Por eso, cuando la reacción se produce en forma de películas o libros, o de la aparición de nuevos partidos, como Ciudadanos o Podemos, que representan otro aire, y que suman crecientes apoyos, parece oportuno saludar su novedad como una necesaria catarsis del sistema, la legítima autodefensa de individuos y colectivos que ven lesionados sus derechos particulares o sociales, ninguneada su participación, suplantada su representatividad, escrito con faltas de ortografía o renglones torcidos su futuro.

Pero algo está pasando en España, para unos un estallido sordo, para otros una revuelta en calma. En cualquier caso, una tendencia cada vez más consolidada a recuperar las esencias del mejor gobierno, de la democracia y de una justicia que en efecto imparta los castigos debidos con eficacia y prontitud. Casos, ejemplos como la película de Estaregui apuntan a que ese cambio está cada vez más próximo. Tanto, esperemos, como la extinción de la vida pública de tantos corruptos, pícaros e inútiles como pululan en instituciones y partidos.

Vale la pena ver y apoyar este trabajo.

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