El despertador no sonó a las 6 de la mañana para preparar la indumentaria regional de toda la familia. No había moños que hacer, ni camisas, ni faldas, ni enaguas que planchar. Pocos se acercaron a su floristería de confianza para recoger las flores que hubieran tejido el manto más grande del mundo. Las bandurrias y las guitarras se quedaron en sus fundas, guardando el mismo silencio que las miles de gargantas que no entonaron ni una jota.

Zaragoza ha vivido su 12 de octubre menos baturro, menos vistoso, menos alegre. Pocos zaragozanos, aragoneses o visitantes se animaron a salir con sus mejores galas para ofrecer sus respetos a la Virgen del Pilar. Tan pocos que, a mediodía, cuando la calle Alfonso debería haber sido un alborotado río de color y tradición, había que sacar la lupa para encontrar algún paseante ataviado con el traje regional. Parece que los maños siguieron las recomendaciones sanitarias: no hubo aglomeraciones y las mascarillas fueron el complemento más recurrente.

«Esperábamos que la gente se vistiera, estamos sorprendidos», reconoció Pepe Chaín, que junto a Julio Bellido, Fernando Bravo y Francisco Martín, de Somerondón, salió como cada 12 de octubre con sus mejores galas. «Lo vivimos con resignación, pero no queríamos faltar a la cita siguiendo las medidas sanitarias». Vestidos con trajes de la primera mitad del siglo XIX, vivieron un día del Pilar «triste». «Ver la plaza sin el manto es muy raro», aseguraron. Lo mismo sintieron unos jóvenes del colegio Compañía de María. «Da pena ver tan poca gente con el traje y vivirlo así, pero es lo que hay que hacer», asumió Patricia Forcada.

Muchos zaragozanos llevaron ayer la ofrenda por dentro. Y aun así, la sintieron más que nunca, porque el coronavirus se ha llevado este año en Aragón a casi 1.500 padres, hermanos, abuelos o amigos, y algunos quisieron estar ahí por ellos. Alfredo Carque y Mª Eugenia Trujillo se acercaron a dejar sus flores a la escultura Venida de la Virgen, en la fachada de la basílica. «Venimos todos los años y este no podíamos faltar», dijo ella, con la mirada emocionada.