El anuncio del toque de queda efectuado ayer por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que se suma al cierre perimetral de las comunidades limítrofes y de las capitales aragonesas, ha asesado un duro golpe al sector turístico del Pirineo oscense, desde hoteles a albergues y viviendas rurales.

«Está habiendo muchísimas anulaciones de reservas y nadie llama para coger habitación, es un desastre», confirma Anabel Costas, que regenta un hotel en Tramacasatilla y es vicepresidenta de la Asociación de Empresarios de Hostelería y Turismo de Huesca. «Los hoteleros estamos por cerrar los establecimientos», señaló en un tono dolido.

En Torla, un hotelero que prefiere quedar en el anonimato, indica que «lo más grave de todo es que cierran bares y restaurantes de la zona, precisamente los servicios que aseguran que la gente que viene tiene lugares para ir a comer o refugiarse en caso de mal tiempo». "Sin esos servicios, casi nadie se animará a subir", pronostica.

El regreso al estado de alarma coincidió, además, con un día gris y lluvioso en el Pirineo, lo que acentuó el pesimismo de los profesionales que viven del turismo. Con todo, subraya el mismo hotelero, el efecto del cerrojazo de pueblos y ciudades «no se notará con mucha fuerza ahora debido a que a fines de octubre el Pirineo entra en temporada baja hasta diciembre», cuando la caída de nieve permite abrir las estaciones de esquí.

La nieve, la gran esperanza blanca

Ordesa, a un paso de Torla, vive hoy un día algo apagado. «No se ha llenado el aparcamiento de la pradera ni ha habido que cortar la carretera», asegura la misma fuente. El fin de semana anterior fue de gran afluencia, por el deseo de muchos excursionistas de ver el efecto del otoño, lo que hizo que se desbordara la capacidad de los estacionamientos.

«Está todo fatal», lamentó una hostelera de Jaca. «Vamos a cerrar el restaurante porque no hay clientes y no tenemos terraza», explicó. El sábado pasado, de hecho, ya se produjo un acusado descenso del número de visitantes. Los zaragozanos y navarros no pueden salir de sus respectivos lugares de residencia y eso priva a la ciudad pirenaica de una parte importante de su clientela.

Sin embargo, los establecimientos con terraza se plantean resistir con la vista puesta en la temporada de nieve, sobre la que no hay nada seguro todavía. «Primero tiene que nevar y después Aramón tiene que estar dispuesta a abrir sus estaciones», manifestó Anabel Costas. Por si fuera poco, si bien en las pistas se puede garantizar la distancia social, no sucede lo mismo en su entorno, donde podría haber aglomeraciones.

«Son todo anulaciones», informó Marta, de Faratur, que agrupa a las viviendas de turismo rural en Aragón. «Para Nochevieja estaba casi todo cogido, pero eso se ha venido abajo, es una pena», dijo.