El peligroso atracador de bancos zaragozano Benito Ortiz Perea estuvo 35 días huyendo de la Policía y la Guardia Civil tras escaparse de una ambulancia cuando lo llevaban a la prisión de Zuera. Era 2018 y su captura fue una prioridad para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que empleó una gran cantidad de medios para cazarle y, si no hay ningún contratiempo, la semana que viene será juzgado por su fuga de película. La Fiscalía pide 1 año de cárcel por quebrantamiento de condena, que, aunque pueda parecer una pena escasa, es la máxima que establece la ley.

El ministerio público reconoce que este hombre de 64 años, defendido por la abogada Carmen Sánchez Herrero, aprovechó una salida al hospital Miguel Servet para fugarse. Fue al regreso a la cárcel cuando, encontrándose ya en el recinto penitenciario en el interior de la ambulancia que lo trasladaba, se soltó los grilletes y abrió la puerta del vehículo, saliendo del mismo y saltando la verja de acceso a vehículos del centro penitenciario. Consiguió fugarse. Eran un 29 de agosto y hasta el 3 de octubre no fue detenido. La Policía Nacional le capturó en la estación Delicias cuando iba a coger un bus a Valencia. Había bajado la guardia y días antes fue visto en la zona de las Terrazas de Cuéllar. Sobre las 20.30 horas, decidió ir al bar Begoñica a tomar algo. Un cliente le reconoció y llamó al 091, pero, a pesar de la rapidez con la que se estableció el dispositivo para detenerle, cuando llegó se había esfumado.

«Iba de negro, con ropa ancha limpia y una gorra que le tapaba la cara», describe esta empleada, quien asevera que entró, se acercó a la barra y pidió un botellín de cerveza, un huevo con gama y una bebida energética para llevar. «Se lo tomó y pagó religiosamente; sí me di cuenta de que llevaba un fajo de billetes cuando fue a abonar la consumición», recalcó a este diario. Tuvo que ser identificado gracias a la huella dactilar porque iba hasta con el pelo teñido de negro y más largo.

Fuga de película

El vehículo de la Guardia Civil que custodiaba a la ambulancia ese día fue por delante de dicho vehículo sanitario porque su conductor explicó a los agentes del instituto armado que era la primera vez que iba a realizar el traslado de un preso. Uno de los agentes reconoció que accedió porque la entrada desde la carretera «no está bien indicada». Pero la suerte estaba ese día del lado de Ortiz Perea porque cuando se percataron que se iba corriendo las puertas automáticas no dejaban que ellos salieran tras él.

Benito Ortiz Perea, miembro de uno de los clanes de delincuentes más violentos de Aragón, estaba cumpliendo una pena de 182 días de cárcel por un delito de quebrantamiento de condena. Todavía tenía pendientes de cumplir otros 25 años y 8 meses de cárcel por el secuestro de una mujer en la capital aragonesa en el 2016 y el posterior atraco a una armería en Huesca, en el que resultó herido el propietario del negocio.

En Zuera, en la actualidad, también están internados sus hermanos Pedro y Antonio y se da la circunstancia que un cuarto hermano, de nombre Emilio, se quitó la vida estando preso en Zuera hace catorce años; y lo hizo tras mantener una huelga de hambre. Fuentes cercanas al caso han explicado esta mañana a este diario que Emilio Ortiz Perea, que entonces tenía 45 años, se “cosió los labios” para llevar a cabo su huelga de hambre y que tiempo después se ahorcó en las duchas del centro penitenciario colgándose con un cinturón, en el mes de noviembre de 2004.