Nacho Escartín, actual portavoz de Podemos Aragón en el Parlamento autonómico, conoció a Manuel Giménez Abad cuando solo era un padre de familia, en los años 80. Era, en concreto, el padre de su compañero de colegio y amigo Manuel Giménez Larraz.

Hace 35 años, Escartín pasaba muchas mañanas en casa de los Giménez Larraz, donde sus padres le llevaban cuando se iban a trabajar, para que Manuel o Ana le acompañaran junto a sus hijos a coger el autobús al Liceo Europa.

"Entre los cinco y los ocho años, mis padres me dejaban muchos días en su casa antes de ir al colegio. Después cambié de centro y perdimos algo de relación, pero la cordialidad, el cariño y el respeto mutuo se mantiene intacto", rememora Escartín, que recuerda con nitidez aquellos días de niñez y, con amargura, el día del atentado que le arrebató la vida al padre de su amigo.

"Cuando mataron a Manuel yo tenía 22 años. Ese día me tocaba trabajar por las calles de Zaragoza con La Veloz, y no tengo palabras para describir cómo me sentía", reconoce Escartín, quien ya entonces estaba implicado en colectivos de izquierda, ecologistas y pacifistas, y que años después se convertiría en portavoz de Podemos en las Cortes de Aragón, la misma Cámara donde Giménez Abad dejó huella.

Aunque por la diferencia de edad no llegó a conocer al Giménez Abad parlamentario, destaca de él que con su hacer demostraba que "la discrepancia política no tiene que ser bronca, ni autoritarismo, sino dialogar y tratar de seducir a quien piensa distinto con tus palabras".

"Más fascista que matar a una persona inocente con tres tiros por la espalda y amenazar de muerte a la gente, más fascista que eso no hay nada"

Y al contrastar los lemas que guiaron la manifestación posterior al asesinato, No al fascismo por la libertad frente a los utilizados en la campaña electoral madrileña, Escartín responde: "Más fascista que matar a una persona inocente con tres tiros por la espalda y amenazar de muerte a la gente, más fascista que eso no hay nada".

Por eso, reivindica el poder de la palabra y el reconocimiento como igual del adversario político. "Nunca hay que olvidar que tenemos a una persona delante, no caben los descalificativos, los insultos ni la deshumanización. Antes que políticos, somos personas. La vida cotidiana va más allá de las diferencias políticas".