Ingeniera de formación, esta zaragozana de 25 años es fundadora de la asociación Cómete tus miedos, autora del libro ‘Y tú quién eres’ y creadora de Renace, una clínica de ayuda a personas con trastornos de la conducta alimentaria (TCA).

Cuando se tiene un trastorno de la conducta alimentaria, ¿se vive o se sobrevive?

Supongo que depende del grado, pero normalmente se sobrevive. Estás en una situación muy dura en la que tienes dos voces en tu cabeza, todo tiene una pega a nivel social y a nivel de alimentación. Es un poco sobrevivir cada día, y poco a poco ese sobrevivir se va convirtiendo en vivir.

Dice que en muchas ocasiones la enfermedad deriva de no conocerse a uno mismo. Suena a cliché, aunque no lo es. ¿Por qué?

Somos seres sociales. Nos pegamos mucho a los demás, sobre todo a nuestros padres en la infancia, y nos dejamos llevar por lo que quieren los demás. Cuando te estás recuperando de un TCA te sientes perdida, y la recuperación es una búsqueda de identidad sobre qué es lo que quieres y por qué estás en ese lugar. Analizar qué has hecho hasta ahora porque tú quisieras y qué has hecho porque otros quisieran. O por lo que crees que los demás quieren de ti, que es aún peor.

Hablamos de una anorexia nerviosa. ¿Cómo empezó la suya?

La mayoría de las veces empieza por una dieta que se sale de tu control. En mi caso, además de eso, influyó el pasar de vivir en una ciudad a otra para empezar la universidad. Sentía que no iba a encajar, que todos los demás eran mejores que yo y que no podría hacer amigos. Te encierras en ti misma y te agarras a algo que sí puedes controlar: la comida y tu peso. En un falso control, porque en realidad eso te controla a ti.

Se recuperó y quiso ayudar a otros que también padecían trastornos. Escribió un libro, fundó una asociación y creó Renace.

Estuve en Madrid mucho tiempo y volví a Zaragoza justo antes de la pandemia. Me di cuenta de que aquí, aunque los hospitales públicos hacen muy buena labor, hacía falta tratamiento en ambulatorio a nivel interdisciplinar, con psiquiatras, psicólogos y nutricionistas. Me chocó un poco que en Zaragoza no existiera este servicio y quise que la gente que pasa por esto recibiera lo mismo que recibí yo en Madrid.

Y han incorporado la figura del paciente experto, que es usted. ¿Cómo ayuda?

Creo que como una motivación. Cuando estás en el agujero no encuentras cómo salir. Un día estás en la cama llorando y no sabes qué pasa, piensas que no puedes más y que vas a tirar la toalla. Ver que una persona que ha pasado por lo mismo lo ha superado y poder hablar con ella te da confianza en el tratamiento. Y muchas veces la gente no confía en los profesionales por el tema de los tabús y los estereotipos.

¿Tabús? ¿Estereotipos?

Cuando yo tenía la enfermedad me di cuenta de que lo relacionado con ir al psicólogo y tener un TCA no se podía decir. La gente te miraba mal, decía: «mira esta caprichosa». Me di cuenta de que la gente no puede expresarse por temor a ser juzgada.

¿Y es cierto que se sigue juzgando a quienes padecen estos trastornos?

Creo que ahora menos... Pero es porque no se entiende. No ha habido una educación sobre qué son en realidad estos trastornos. Incluso antes de padecerlo yo lo juzgaba. Si no te lo explican bien, ¡qué vas a saber! Es lo que intentamos con la asociación, que la gente entienda que es lo mismo tener un cáncer que un TCA. Tú no eliges tener una anorexia como tampoco eliges tener un cáncer.