Hace tiempo que se habla de la nueva normalidad como el inicio del fin de la pandemia, pero los ganaderos aragoneses preferirían que se tratara de una normalidad absoluta, la de antes, para respirar aliviados. Antes de que llegara el covid-19 nadie hubiese pensado que en Aragón se hubiera dado desplante al más de millar de festejos populares y otros 60 mayores que se organizan.

Imanol Sánchez, matador de toros aragonés, reivindica con números su importancia económica: «El sector taurino en Aragón incluye 55 ganaderías de reses bravas, con más de 9.000 cabezas y 600 empleados». A día de hoy este tipo de festejos solo se puede realizar en plazas portátiles con el problema añadido de que no hay las suficientes «homologadas» para la demanda actual. Por eso, esperan la reactivación de estas funciones a pie de calle: «Nos daríamos con un canto en los dientes si a principios de año se recuperan las sueltas de vaquillas en las plazas y calles de los pueblos», afirma.

La corrida de toros del pasado domingo en Calatayud con Morante como cabeza de cartel abrió las puertas a la reactivación y, según Imanol, «va a marcar» el final de temporada. «Ha quedado demostrado que la gente quiere ir a los toros», señala, mientras apunta que «hay intención» de que se celebre la feria del Pilar, aunque para ello deberían aumentar considerablemente las capacidades que se están manejando: «Para que sea viable deben dejar un aforo aceptable, que en Zaragoza sería un mínimo de un 50 o 60%».

«Si en primavera no estamos trabajando a pleno rendimiento, estamos muertos». Así de contundente se muestra Félix Ozcoz, que junto a su hermano Santiago y un trabajador que se encuentra en erte, son los responsables de alimentar a las 380 cabezas de su finca Yermocampo en Fuentes de Ebro. Por el momento se han visto obligados a sacrificar 150 reses y este invierno serán unas cuantas más si todo sigue así: «Cuando las mandas al matadero es una sensación de agonía, impotencia y cabreo». Aunque la reactivación ha sido «mínima» por la suspensión de las fiestas patronales, han ido acumulando festejos hasta los 25 que llevan hasta el momento. «Si en enero me dicen que iba a trabajar como lo estoy haciendo no me lo creo. Hay algunos compañeros que no han arrancado ni el camión», asevera. Félix solo tiene palabras de «agradecimiento» hacia los ayuntamientos que han contribuido a «regenerar» el sector en Aragón. Este 2021, la zona del Ebro en Tarragona «ha sido un boom» y, «por efecto dominó» se ha trasladado a Valencia, donde han acumulado la mayor parte de sus festejos.

Toros en la finca Vistahermosa qie la ganadería Los Mañós tiene en Luesia. | KAKEL

«Si en primavera no estamos trabajando a pleno rendimiento, estamos muertos». Así de contundente se muestra Félix Ozcoz, que junto a su hermano Santiago y un trabajador que se encuentra en erte, son los responsables de alimentar a las 380 cabezas de su finca Yermocampo en Fuentes de Ebro. Por el momento se han visto obligados a sacrificar 150 reses y este invierno serán unas cuantas más si todo sigue así: «Cuando las mandas al matadero es una sensación de agonía, impotencia y cabreo». Aunque la reactivación ha sido «mínima» por la suspensión de las fiestas patronales, han ido acumulando festejos hasta los 25 que llevan hasta el momento. «Si en enero me dicen que iba a trabajar como lo estoy haciendo no me lo creo. Hay algunos compañeros que no han arrancado ni el camión», asevera. Félix solo tiene palabras de «agradecimiento» hacia los ayuntamientos que han contribuido a «regenerar» el sector en Aragón. Este 2021, la zona del Ebro en Tarragona «ha sido un boom» y, «por efecto dominó» se ha trasladado a Valencia, donde han acumulado la mayor parte de sus festejos.

De momento, se mantienen a la espera de recibir las ayudas de la Diputación de Zaragoza (DPZ) y el Gobierno de Aragón, siempre «bienvenidas», pero lo que realmente anhelan es volver a trabajar con normalidad: «No nos podemos pegar tres inviernos parados y meternos en préstamos y más préstamos y demás cábalas para seguir adelante». Y es que esta tercera generación de la ganadería Hermanos Ozcoz vio como el año pasado se le quemaba una nave con dos camiones dentro. «Lo primero que pensé es si se había quemado el tractor. Como estaba fuera, respiré algo más tranquilo, porque por lo menos podíamos seguir alimentando al ganado».

Los números hablan por sí solos

Las 160 funciones que completaron en 2019 se redujeron drásticamente a las 5 de 2020. El 95% de sus participaciones llegan del festejo popular y, como «Aragón es un pueblo vaquillero», Félix espera que se recuperen los encierros a pie de calle. Durante estos meses de inactividad, han tenido que llamar a recortadores para que toreen sus vacas y no pierdan la forma. «¿Si los que aguantan saldrán más fuertes? Para mí es una frase hecha. Ha quedado demostrado que este es el sino de los ganadores, no parar de luchar dentro y fuera de los ruedos», afirma con rotundidad.

La ganadería Hermanos Marcén Romero, con fincas en Villanueva de Gállego, El Temple y Leciñena, participó en 186 festejos en 2019. Tras el confinamiento solo organizaron dos funciones, una de ellas el concurso de recortadores de anillas en Cariñena. Atrás queda su último encierro en San Juan de Mozarrifar y el concurso de recortadores de anillas en Calahorra en marzo de 2020. La historia que vino después la conocemos todos. Francisco y Tomás, hermanos gemelos, se han visto obligados a sacrificar 200 cabezas en 2020 y unas 60 este año porque era «imposible» mantenerlas. Este año la vacunación parece haber echado un capote al sector aunque la recuperación todavía sea muy lenta. «Lo que nos solucionaría de verdad la papeleta es que las fiestas patronales vuelvan a la normalidad». En lo que llevamos de año han completado unas 10 funciones en pueblos como Pedrola, Pinseque, Cariñena o El Burgo de Ebro y esperan ampliar esta cifra hasta las 26. «Aunque toda ayuda es buena», no dejan de ser «insuficientes» para el volumen de trabajo que manejan: «La mejor subvención sería que nos dejaran trabajar».

«Si no fuera por nuestra afición y respeto a los animales, este año ya habríamos cerrado». Estas son las palabras con las que José Marcuello, de la ganadería Los Maños describe las calamidades que ha sufrido el sector. Sus 700 cabezas pastan en las fincas de Sobradiel, Figueruelas y Luesia. Durante este tiempo, ninguno de los tres trabajadores se han acogido al erte. «Los animales tienen que seguir comiendo, incluso tenemos más porque no los hemos lidiado». Así, Marcuello calcula que alimentar a una de sus vacas le cuesta un euro diario, mientras que un toro ronda los tres euros, a lo que hay que sumar la mano de obra y los gastos derivados de los tractores. Al igual que sus compañeros, resalta la importancia de los festejos populares, que representan «el 80% de los ingresos» en el sector y reivindica la necesidad de volver a los encierros y sueltas de vacas: «La vaca en la calle es el alma de la fiesta».

Su última función antes de la pandemia fue un encierro en Figueruelas en diciembre de 2019. Por aquel entonces, sus participaciones rondaban la cifra de 50. La vuelta a los ruedos se produjo el día del Pilar del año pasado, en un concurso de recortadores en Alagón. El «insuficiente» aforo de 1.000 personas, obligó a amoldarse a «una factura irrisoria». «Ha sido lamentable porque no se ha facturado prácticamente nada. Nos han prohibido trabajar», sentencia José. Ya en el 2021 a principios de julio estuvieron en Francia con un toro en Vic-Fezensac y un novillo en Céret, donde «la normativa es más flexible». Respecto a los festejos populares, tan solo han participado en un concurso de recortes con toros en Escatrón y tienen programados otros dos en Figueruelas y Albalate del Arzobispo.

Sueltas

Ahora, se acaba el verano y hay que coger el toro por los cuernos para afrontar la vuelta al trabajo y las aulas. Con él se esfuman las últimas sueltas de vaquillas, encierros, concursos de recortadores y también corridas de toros en Aragón. Esta sería la estocada final a un verano normal, pero con el cambio de tercio y la prohibición de las fiestas patronales hasta el 30 de septiembre pocos han salido por la puerta grande. Por segundo año consecutivo, las charangas y las bandas de música han dejado de entonar la jota final; las plazas de los pueblos ya no se llenan hasta la bandera y las ferias taurinas de verano en Teruel o Huesca han pinchado en hueso. Así culmina el verano taurino en Aragón, a la espera de rematar la faena durante los próximos meses y cerrar una temporada de silbidos. Un verano para el arrastre en el que ha hecho falta mucho empaque y estar al quite para sobrevivir. Al igual que cada toro tiene su lidia, cada verano tiene su faena y se espera que el próximo se llene de pañuelos blancos en las plazas aragonesas.