Épila, y en menor medida otras poblaciones de Valdejalón, está viviendo un periodo de incipiente auge inmobiliario debido al tirón de las obras de construcción del macromatadero industrial de BonÀrea. El complejo agroalimentario, situado junto a la autovía de Madrid, ha generado un movimiento de trabajadores venidos de fuera, de diversos gremios, que se alojan temporalmente en hostales y en viviendas alquiladas en la localidad.

Son 150 personas en la actualidad, algunas de ellas de la comarca, pero cuando el proyecto esté a pleno rendimiento a finales de la actual década, contará con unos 4.000 empleos, es decir, casi tantos como habitantes tiene Épila.

Con esa perspectiva, no muy lejana, el sector de la vivienda ha empezado a tomar posiciones en la villa de Valdejalón. Muchos de los futuros empleados se desplazarán a diario a su puesto de trabajo desde Zaragoza. Pero también los habrá que buscarán afincarse en la zona, lo más cerca posible del matadero. Y esa posible clientela, todavía sin definir, es la que necesitará alojamiento.

«Todavía no se levantan bloques, pero hay tres planes en marcha para hacer pisos, dos privados y uno municipal», señala Jesús Bazán, el alcalde epilense. Los planes, que están en distintas fases de tramitación, supondrán la construcción de 680 viviendas: 240 en la zona del colegio, 140 junto a las piscinas y 300 en la antigua azucarera.

"Todo dentro de plazo"

Pero, mientras esos proyectos toman forma, lo cierto es que la demanda de viviendas es ya elevada en Épila y su entorno. Los particulares, explica Bazán, rehabilitan viejas casas en la parte antigua con el fin de ponerlas en alquiler y una serie de promotores inmobiliarios están adquiriendo casas degradadas en los centros de las poblaciones con el fin de tener solares disponibles.

De hecho, familias oriundas de Valdejalón están vendiendo las casas que heredaron de sus padres y abuelos y que utilizaban esporádicamente como segundas residencias, explica Cristina Pueyo, que trabaja de cajera en el supermercado BonÀrea de Épila.

Y, por otro lado, la efervescencia de compra y venta de propiedades, terrenos incluidos, ha hecho que el precio de los alquileres se dispare. «Ahora se paga entre 450 y 500 euros por casas que antes costaban entre 200 y 300 euros al mes», continúa Pueyo.

Todas esas viviendas, de momento, son para “los de Guissona”, como son conocidos popularmente los trabajadores forasteros de BonÀrea. Pero llegará el día, en 2029, en que el complejo agroalimenario pondrá en marcha todas sus instalaciones y llegarán los nuevos vecinos, los que se quedarán a vivir allí mismo.

Vista general de la zona en obras, donde ya se ha realizado la urbanización del terreno. ANDREEA VORNICU

El factor Zaragoza

Está claro que Épila crecerá, pero no se sabe cuánto. La incógnita está en saber en qué medida será Zaragoza ciudad la que se beneficie del nuevo núcleo industrial, del que solo dista 40 kilómetros.

Lo importante, por ahora, es que el macroproyecto de BonÀrea sigue adelante «y todo va dentro de plazo», precisan fuentes de la empresa catalana. Las obras comenzaron en 2020 con el movimiento de tierras y la urbanización de una parcela de 180 hectáreas del polígono industrial de El Sabinar. Se han realizado una galería de servicio, una depuradora potabilizadora y las calles de la parcela. Y en el periodo 2021-2022 los esfuerzos se centran en la zona logística, los talleres de mantenimiento, la planta de alimentos para mascotas y el centro promocional, que incluye un supermercado, un restaurante y una gasolinera. Ya se ha concluido el 10% del complejo, según la misma fuente.

«En estos momentos se trabaja principalmente en la planta logística y se ha empezado la planta de lavadero de cajas y de frutos secos», señalan en BonÀrea. Además, continúan, ya están prácticamente terminados los talleres generales y queda poco para acabar la urbanización del solar, que mide más de tres kilómetros de largo.

A mediados del año 2022 debería estar terminado el centro de logística en su fase de transbordo de mercancías, es decir, sin almacenamiento del producto. Será precisamente esta instalación la que antes empezará a funcionar. Asimismo, el año que viene comenzarán las obras de la panificadora y la nave de congelados.

Desde que se iniciaron los trabajos se han invertido más de 50 millones de euros y ya está comprometida en la actualidad una cantidad que duplica esa cifra. Al final del proceso de construcción, el coste de toda la instalación rondará los 400 millones de euros, según los cálculos iniciales.

Por otro lado, el Gobierno de Aragón está llevando a cabo la parte que le corresponde en el gran complejo agroalimentario. Corren de su cuenta dos lotes, uno de los cuales, el número 2, ya está terminado, mientras que las obras incluidas en el número 1 están «muy avanzadas», según fuentes de la DGA.

La nave del taller de reparación, de 14.000 metros cuadrados, está muy avanzada. ANDREEA VORNICU

Ampliación del polígono

Este último lote comprende las infraestructuras generales, como el emisario de aguas pluviales, con una longitud de nueve kilómetros; el emisario de aguas residuales, de 6,5 kilómetros; una balsa de laminación e infiltración; los sistemas de captación y distribución de agua; una conducción subterránea de telecomunicaciones desde el casco urbano de Épila hasta el polígono; movimientos de tierras en vías pecuarias, y estanques y zonas verdes.

Estas obras «se desarrollan con normalidad y está previsto que se terminen durante el primer trimestre del año 2022», apunta un portavoz del Gobierno aragonés.

No obstante, desde marzo pasado ya están en funcionamiento las obras correspondientes a la mejora de las condiciones hidráulicas de la acequia de la Hermandad, con una inversión de más de 500.000 euros.

En el lote 2, los trabajos, ya concluidos, se centraron en la urbanización del sector contiguo al polígono de El Sabinar, que ha sido ampliado, y en la dotación de servicios de suministros para la nueva zona creada, de más de 35 hectáreas. Se han trazado además dos nuevos viales o calles de 1.253 metros cada uno, con sus correspondientes servicios, para la obtención de 165.799 metros cuadrados de suelo industrial productivo y 5.232 metros cuadrados para uso terciario.

También se han rematado los trabajos relacionados con el suministro de gas y se ha desviado una cabañera. Otras realizaciones han sido el ajardinamiento de 100.000 metros cuadrados y la creación de una balsa para el agua de lluvia.

Se ha mejorado el enlace de la A-2 con la autonómica A-1305 que conduce a Épila, dado que BonÀrea se sitúa en la confluencia entre ambas vías. Dos rotondas ya instaladas facilitarán la entrada al complejo, tanto en la zona comercial que lindará con la autovía de Madrid como en el matadero.

En realidad, la fachada que dará a la A-2 constituirá una nueva área de servicio con gasolinera, tienda, restaurante y área de estacionamiento con capacidad para 150 vehículos.