Las consecuencias de la falta de microchips van más allá de los fabricantes. El efecto cascada recorre cientos de empresas, pero uno de los sectores más afectados es el del transporte. Sin semiconductores no se pueden fabricar piezas en las auxiliares del automóvil, y sin estas no hay nada que llevar a las plantas de producción de coches. Tampoco hay vehículos para surtir a los concesionarios o a los puertos. La actividad va al ralentí.

«Tenemos las flotas paradas esperando a que nos llamen», reconoce Carmelo González, director de Vía Augusta, una empresa que transporta piezas de las plantas de componentes a las fábricas de coches de Stellantis, Ford, Mercedes o Volkswagen, entre otras. De los 80 camiones que tiene la compañía solo hay trabajo para la mitad y la facturación ha caído más del 20%. «La semana pasada Volkswagen trabajó un día y la próxima Stellantis no producirá», lamenta.

Esta situación ha obligado a la compañía a poner en marcha un erte de 40 días para toda la plantilla (350 personas) hasta final de año. Pero a ese problema se le añade otro. «Los trabajadores que ven incertidumbre en una empresa o en un sector se van a otro porque escasean los transportistas», asegura González.

Esta fuga de empleados se ha convertido en algo habitual en las últimas semanas, según reconoce José María Rivera, responsable de la Compañía Aragonesa de Portacoches (Capsa). Esta actividad, que consiste en el transporte de vehículos desde las fábricas de producción españolas a los concesionarios y los puertos, está en el ojo del huracán. «Se nota mucho la crisis de los microchips, quizá demasiado», reconoce Rivera, que cuenta con una flota de unos 120 portacoches. «Si no hay vehículos, no hay trabajo», lamenta.

La situación es desoladora para este tipo de empresas, ya que, a diferencia de otras especialidades de transporte, las características técnicas de los camiones portavehículos los hacen incompatibles para el transporte de otro tipo de mercancías. Además, soportan una mayor carga financiera, ya que la adquisición de un portacoches supone una elevada inversión. La caída de la facturación, por tanto, no hace sino agravar todavía más la situación económica de estas empresas.

«El principal problema al que nos enfrentamos es que los paros de producción en las plantas son intermitentes, lo que nos imposibilita planificar, señala Rivera, que reconoce que la caída de los ingresos puede oscilar entre el 30 y el 45% por la crisis de los semiconductores. «La próxima semana vamos a tener muchos vehículos parados», apunta.

Esta situación le ha llevado a solicitar un erte para 100 personas, es decir, para toda la plantilla hasta finales de año. El problema es que algunos de estos trabajadores se van a otros sectores que garantizan trabajo», lamenta.

El responsable de Capsa recuerda haber vivido crisis anteriores, la más reciente la del 2009, aunque sostiene que entonces había capacidad de previsión y planificación. «Ahora es imposible saber cuándo dejarán de producir las fábricas. Nos llaman con un día de antelación», precisa. La incertidumbre es total.